domingo, 20 de junio de 2021

LA CONTEMPLACIÓN COMO SERVICIO APOSTÓLICO

Pese a su eficacia reconocida, la lectio no deja de ser un método de oración. Para esto se requiere la fe. Y justamente la fe es lo que hoy está en crisis. El contexto secularizado en el que se vive hoy en el mundo occidental exige una decisión de fe personal que no puede fundamentarse ya ni en la costumbre ni en el ambiente ni en las tradiciones recibidas. Más aún, la fe es irrelevante en nuestras sociedades. En consecuencia, el creyente, como tal, es cuestionado y marginado tan sutil como eficazmente. Y no parece que los creyentes nos preparemos para hacer frente a esa situación. De hecho, respondemos de forma atolondrada. O tratamos de guardar la fe individual en la propia intimidad o pretendemos vivirla en grupos reducidos y homogéneos. Lo primero está expuesto al peligro de privatizar la fe, como si se tratase de un sentimiento personal. En el segundo caso se manifiesta la tendencia al elitismo: sólo se consideran buenos los que son buenos con uno mismo o con el propio grupo. En ambos casos aparece un debilitamiento en la vivencia común de fe y un "desenganche" de la Iglesia. 

No basta, pues, con salvar la propia fe. El cristiano nace, no cuando dice creer, sino cuando da testimonio de su fe. Ha llegado para la Iglesia la hora de la evangelización, que ha de afrontar retos nuevos. Pero la novedad de esa evangelización no depende de los contenidos ni de una presentación del Evangelio. Ni siquiera la nueva situación de los destinatarios impone por sí misma una evangelización. Que los posibles oyentes del Evangelio hayan cambiado no cambia el mensaje. Hoy como ayer, la evangelización depende de los evangelizadores: "para devolver un sentido evangélico a la sociedad actual es preciso formar bien a los evangelizadores", pues "sólo una Iglesia evangelizada es capaz de evangelizar". 

La novedad de la predicación cristiana radica en que la vida del evangelizador se ajuste al Evangelio. Y si el evangelizador no ha tenido el Evangelio en su corazón, si el Evangelio no ha sido objeto de su contemplación y motivo de su plegaria, no logrará mantenerlo en su boca. La nueva evangelización necesita creyentes nuevos. La llamada a la nueva evangelización es ante todo una llamada a la conversión, una conversión a la contemplación, de forma que transformemos en oración las obras de las manos. La oración cristiana no puede proponerse como meta únicamente el restablecimiento de la paz interior. La oración ni es un camino de introspección ni ha de llevar al ensimismamiento. La oración cristiana es diálogo con Dios, que es el que lleva siempre la iniciativa. Y es ejercicio de fraternidad, que se afirma cuando se reza (Mt 6,9) o se ha de restablecer para poder rezar (Mt 6,15): cerrarse a Dios lleva a cerrarse en uno mismo.

JUAN JOSÉ BARTOLOMÉ
(Selecciones de teología, #140, 1996)

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...