"Estaba una vez recogida con esta compañía que traigo siempre en el alma, y me pareció que de tal manera estaba Dios en ella que me acordé de cuando San Pedro dijo: Tú eres Cristo, Hijo de Dios vivo; porque así estaba Dios vivo en mi alma. Es cosa de grandísimo provecho entender esta verdad. Y como estaba espantada de ver tanta majestad en cosa tan baja como es mi alma, entendí: No es baja, hija, pues está hecha a mi imagen".
(Santa Teresa, Cuentas de conciencia)