"El cardenal Daneels, primado de Bélgica, en una entrevista en torno a las aportaciones que podría hacer hoy la mística a los retos de la época subrayaba que no es una emoción subjetiva sino una recepción del espíritu en la vida, no sólo en la oración ni sólo en el alma. La certeza en la fe que buscan algunos no se halla apoyándose en ideologías, formulaciones y normas rígidas y precisas, sino en la experiencia de la plegaria y la vida sacramental.
Teresa, en vez de esforzarse en explicar, discutir y aclararlo todo, anuncia, contagia y agradece el don del amor de Dios. Ni siquiera en tiempos de Teresa era posible conseguir credibilidad a base de discusiones sino a base de un estilo de vida centrada en la experiencia de Dios, la interiorización y el seguimiento amoroso de Jesús. La Santa ofrece a los demás su experiencia de libertad personal en Dios, manifestada en Jesús. Es prisionera de la verdad, pero no del estilo de su palabra. Su talento de escritora la ayuda pero nunca escribe por el placer de hacerlo.
El cristianismo actual debería darse cuenta de que el interés que despierta en muchos hombres no deriva de su solidez sistemática, sino de ser testimonio vivo de sentido y verdad. Teresa es una voz cautivadora que no cansa en este ofrecimiento. Quien pregunta qué es la verdad, sin ser una pregunta retórica al estilo de Pilatos, recibe de Teresa una respuesta comprometida hasta las fibras más íntimas de su existencia.
Daneels expone en la citada entrevista las dificultades del diálogo interreligioso. Afirma que el monaquismo es un lugar privilegiado de este diálogo y en concreto, el Carmelo, por sus orígenes orientales puede ser especialmente llamado a ofrecer su palabra. Si sabemos superar algunas expresiones de Teresa que hoy resultan hirientes, nos daremos cuenta que no tiene ante sus ojos más que “salvar” y conducir a Cristo a toda persona humana, también a los “descarriados”. La unidad de la Iglesia es una preocupación central.
Toda la obra de Teresa atestigua que el hombre es capaz de alcanzar la verdad. No somos ciegos que tantean en el vacío. En el interior se encuentra uno con la verdad y la belleza y el amor de Dios. Toda la Iglesia está invitada a sumergirse para saltar luego hacia Dios en un movimiento recíproco. Hay que convencerse que las estadísticas, los medios poderosos, las seguridades de manual, no tienen la fuerza de una persona encendida en el amor de Dios
Santa Teresa no dogmatiza nunca en sus obras. Es consciente de sus limitaciones intelectuales pero toda su vida está bañada en la certeza del amor divino y esto la hace dinámica, flexible y adaptada a las circunstancias, segura en la comunión con Dios vivida comunitariamente con los creyentes de las pequeñas comunidades fundadas por ella. La seguridad de Teresa, como la de todos los místicos, no estriba en construcciones lógicas personales, sino en su experiencia religiosa que es, siempre dinámica, cambiante y nueva".
Cristina Kaufmann
"El lenguaje de los místicos".