Para
que la vida religiosa, dentro de la Iglesia, conserve su talante evangélico, ha
de estar siempre renovándose, buscando ser respuesta viva a la llamada de Jesús
y a las necesidades concretas del mundo en el que está llamada a vivir el seguimiento
desde un carisma concreto. Sin embargo, al convertirse en institución, en
estructura, la vida religiosa se estanca, se instala, y ya no puede estar todo
lo disponible que hace falta para ser evangelio. Por eso deberían ser
importantes, momentos especiales, las Reuniones Capitulares que se realizan en
las diversas instancias de cada familia religiosa, y sin embargo, salvo los
Capítulos Generales, los demás suelen ser puros encuentros formales, que se
quedan en agua de borrajas; documentos, normas a revisar, cambio de
responsabilidades, e incluso lucha interna por pequeñas parcelas de poder.
Falta a menudo visión de futuro, libertad para deshacer lo que lastra el
crecimiento, compromiso de asumir de
verdad, y no formalmente, el seguimiento radical del Maestro. Ahora los
Carmelitas Descalzos han realizado un Definitorio especial, un año antes de su
Capítulo General, y de ahí han emanado algunos documentos de interés que he
estado revisando, en los que encuentro ideas interesantes para pensarnos como
vida religiosa en la Iglesia, con propuestas que de aplicarse adecuadamente
supondrían algún cambio de mentalidad para entender quiénes somos y a qué
estamos llamados.
En esta etapa que la Orden va finalizando, y
que cierra con las celebraciones del Centenario del nacimiento de Teresa,
nuestra madre, se convocó a todo el Carmelo a releer sus libros detenidamente,
reflexionando en el proyecto del cual hoy somos partícipes. Era una buena
propuesta, que sin embargo en muchas comunidades o grupos se realizó parcialmente,
más por cumplir lo mandado que por dejarse interpelar por el magisterio de
nuestra fundadora, redescubriendo los ejes fundamentales de nuestro carisma en
la Iglesia hoy. Aun así seguro que algo quedará, que alguna semilla dejará sus
frutos, sobre todo entre los más jóvenes. Ahora, en el Definitorio, el
Prepósito General lanza otra propuesta, con objetivo similar: volver a leer nuestra Regla, Constituciones
y Normas, para redescubrir en ellas la concreción de nuestro carisma, con
la posibilidad de reescribirlas, Constituciones y Normas, con un lenguaje más
actualizado, menos formal y más comprensible y aplicable en nuestras realidades
concretas.
Se quedará también este ejercicio comunitario
y carismático en meros actos formales, de cumplimiento, o servirá para animar y
renovar nuestra manera de ser, en la Iglesia, comunidad libre y liberadora, de
Jesús?