"La mala dirección espiritual tiene como efecto lo siguiente. El alma que experimenta la aridez y la "noche", necesarias para la purificación, se llega a alguien que insiste en que esto es fruto del pecado o de alguna causa natural (pereza, tibieza o melancolía). Los directores estrictos o inexpertos dicen al alma que vuelva atrás, pues no halla gusto ni consuelo como antes en las cosas de Dios (Subida, prólogo 5).
Así, retrasan al alma y doblan el trabajo, al aumentar la carga de padecimientos y reproches. Hacen a las dichas almas revolver en sus vidas y hacer muchas confesiones generales y crucificarlas de nuevo. El gran error de esos confesores es que confían en sus propios métodos y solo conocen un tipo de espiritualidad (la activa). Insisten en forzar al alma a conformarse a los libros y no respetan sus necesidades individuales. No tienen respeto ni conocimiento de la acción divina.
San Juan de la Cruz insiste en la precisión y eficacia de esta acción misteriosa de Dios, que actúa en secreto en el alma, de forma imperceptible, a veces entre grandes sufrimientos: los biuenes que esta callada comunicación y contemplación deja impresos en el alma, sin ella sentirlo entonces, como digo, son inestimables; porque son unciones secretísimas, y por tanto delicadísimas del Espíritu Santo, que secretamente llenan al alma de riquezas, dones y gracias espirituales, porque, siendo Dios el que lo hace, hácelo no menos que como Dios.
Estas unciones no las comprende ni el alma ni el director, sino solo Dios, aunque la más mínima intervención del alma puede arruinar la obra divina. Se provoca un grave daño, ya que la obra de Dios queda inservible. ¡Cuán grande y cuán habitual es este mal! Los herreros espirituales que reprenden al contemplativo por la ociosidad de su oración, al no estar constantemente obrando o haciendo algo. Querer hacer caminar al alma todavía con el sentido cuando Dios la está guiando pasivamente es hacerla retroceder (Llama de amor viva B 3,53).
La buena dirección incluye reconocer la acción de Dios y aceptar el hecho de que cuando él actúa, ninguna intervención nuestra puede ser de ayuda, siendo más bien un obstáculo".
Thomas Merton
San Juan de la Cruz, en Curso de mística cristiana en trece lecciones.
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