lunes, 22 de marzo de 2021

VOLVER A CRISTO

Todo el proceso de renovación espiritual que actualizamos en la Cuaresma comienza y tiene como propósito el VOLVER A CRISTO, que a menudo se pierde un poco entre los ritos, las devociones y prácticas piadosas de nuestra vida religiosa. Cristo ha de estar siempre en el centro.

Entre el dolor y la alegría/con Cristo avanza en su andadura/un hombre, un pobre que confía/ y busca la ciudad futura”. 

En el Carmelo tenemos de manera privilegiada todo el magisterio cristológico de Santa Teresa y San Juan de la Cruz, todavía escasamente aprovechado para enderezar y purificar nuestras búsquedas espirituales. Acudamos a dos textos del santo:

 “Traiga un ordinario apetito de imitar a Cristo en todas sus cosas, conformándose con su vida, la cual debe considerar para saberla imitar y haberse en todas las cosas como se hubiera él”. (Subida, Libro I, capítulo 13, 2). 

También en Subida (Libro 2, capítulo22) encontramos un texto eminentemente cristológico, en el que llama a Cristo “Hermano, Compañero y Maestro, Precio y Premio” (5). “Porque en darnos a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar”. 

Para seguir e imitar a Cristo tenemos que estar siempre a la ESCUCHA de su Palabra (de ahí nace la obediencia, obedecer es escuchar), por eso es fundamental para nuestro camino espiritual escuchar diariamente al Maestro en los Evangelios, dialogar con él en la oración personal y comunitaria, rumiar su Palabra, y también estudiarla, conocerla cada día mejor. 

Solo así uno puede ENAMORARSE DE CRISTO como se enamoró Teresa, y seguirle: 

Yo tan devota toda mi vida de Cristo…Quisiera yo siempre traer delante de los ojos su retrato e imagen” (4). “Con tan buen amigo presente, con tan buen capitán, que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir; es ayuda y da esfuerzo; nunca falta; es amigo verdadero… por esta puerta hemos de entrar… Bienaventurado quien de verdad le amase y siempre le traiga con él” (6 y 7). No deja Teresa de hablar de la Sacratísima Humanidad de Cristo, aconsejando: “Es gran cosa, mientras vivimos y somos humanos, traerle humano” (9). 

Todo lo anterior en el capítulo 22 de VIDA. 

Es CRISTO, definitivamente, quien nos introduce en el verdadero camino de CONVERSIÓN; es tenerle como MAESTRO y SEÑOR, aprendiendo de él. El encuentro con el Dios Padre, que nos revela Jesús, nos permite conocer a un Dios paternal y amoroso; es un encuentro con el AMOR, que echa fuera el miedo, disipa las tinieblas, y DESPIERTA, para vivir una VIDA NUEVA. Nos ayuda a conformar una nueva IDENTIDAD, la de ser hijas e hijos de ese Padre divino.

Fray Manuel de Jesús, ocd
(Tomado de: En tierra extraña, peregrinos... retiro de Cuaresma)

miércoles, 10 de marzo de 2021

NUEVAS MIRADAS AL CÁNTICO (6): ESCÓNDETE, AMADO, EN MÍ

La canción #19 es enigmática en buena medida, con cierta ambigüedad en su comprensión, querida tal vez por el propio autor para marcar la tensión de este momento., aunque luego el comentario hace una lectura espiritualizante y unívoca de la misma. San Juan de la Cruz comienza diciendo:

 “Está tan hecha enemiga el alma, en este estado, de la parte inferior y de sus operaciones, que no querría que la comunicase Dios nada de lo espiritual, cuando lo comunica a la parte superior; porque o ha de ser muy poco o no lo ha de poder sufrir por la flaqueza de su condición, sin que desfallezca el natural, y, por consiguiente, padezca y se aflija el espíritu; y así, solo, pueda gozar en paz” (1). 

Aquí el santo, deudor de una filosofía y teología concretas, opone alma y cuerpo, o lo espiritual y lo corporal, como enemigos irreconciliables, pero lo cierto es que esa división es meramente conceptual. El ser humano es un todo, y cuando recibe algo, lo recibe ese todo, y no una parte. Dice el comentario que el alma quiere recibir esas mercedes grandes de Dios, pero no las puede recibir “en vaso tan estrecho”, por lo que anhela sean hechas fuera del cuerpo, o sin él. Es lo que expresa el siguiente verso:

Escóndete, Carillo/y mira con tu haz a las montañas/y no quieras decillo/mas mira las compañas/de la que va por ínsulas extrañas”.

En el #2 habla de cuatro cosas que pide el alma esposa al Esposo: que se le comunique en lo más profundo y escondido, y que embista e informe sus potencias con su Divinidad, pero sin que sepa o participe la parte exterior y sensitiva, enamorándose de las gracias y virtudes que Él le ha dado, levantándola a muy altas y subidas noticias de la Divinidad por experiencias y excesos de amor extraordinarios.

El haz (la cara, el rostro, la faz) de Dios es la Divinidad y las montañas son las potencias del alma (memoria, entendimiento y voluntad). No quiere un conocimiento parcial, como tuvo Moisés al ver la espalda de Dios (es decir, ver a Dios por sus efectos y obras), sino cara a cara, conocimiento esencial de la Divinidad, lo que es ajeno a todo sentido y accidentes (4).

Porque la sustancia del espíritu no se puede comunicar al sentido, y todo lo que se comunica al sentido, mayormente en esta vida, no puede ser puro espíritu, por no ser él capaz de ello” (5).

La siguiente estrofa: “Mas mira las compañas”, son la multitud de virtudes y dones y perfecciones y otras riquezas espirituales que Dios ha puesto ya en ella, como arras y prendas y joyas de desposada. Aquí aparece una máxima sanjuanista de mucho alcance: “El mirar de Dios es amar y hacer mercedes”.

El alma o la esposa le pide al Esposo: “Conviértete, Amado, a lo interior de mi alma, enamorándote del acompañamiento de riquezas que has puesto en ella, para que enamorado de ella en ellas, te escondas en ella y te detengas; pues que es verdad que, aunque son tuyas y por habérselas tú dado, también son” (suyas)… “de la que va por ínsulas extrañas” (6).

Porque, así como ella va por vías extrañas y ajenas de todos los sentidos y de todo conocimiento natural, así quiere también que el Amado se le comunique a ella en toda su riqueza (7).



Hasta aquí hemos seguido el comentario del Santo y sus explicaciones del verso; pero veamos lo que nos sugiere el autor del texto complementario que seguimos, Xabier Pikaza: se trata de un momento particular en el camino del amor que hemos estado siguiendo, momento de crisis y nueva creación de amor (lo mismo que sucedió en la canción 13). Habla del posible fantasma de los celos, reflejado en esas ninfas que quieren jugar con sus amores, de raposas que buscan robar las uvas buenas de la viña, culminando en la maldita frigidez del cierzo. 

Ante el peligro la amada le grita al amado que se esconda (“Escóndete, Carillo”); dos sentidos, puede tener este grito: escóndete para que no te vean, o escóndete para habitar conmigo. La amante pide a su amado que se adentre en ella, que contemple y goce (y transfigure) la belleza de su huerto. No soy yo quien debo entrar en Dios; es Dios quien debe adentrarse en mi hermosura (una interioridad invertida).

La amante pide que Dios (el amado) se esconda y recoja con ella y la mire en amor fuerte para transformarla. En la lógica del amor, la vida de aquellos que no amamos nos preocupa poco, pero si amamos, entonces la vida del otro empieza a dolernos y preocuparnos, y nos angustia si demora, o le acechan mil peligros. Se invita al silencio (no quieras decillo), en uno de los versos y de compañas, que también podrían evocar los propios miedos de la amante, que se adentra en camino solitario, caminos inexplorados (ínsulas extrañas) y siente temor ante sus muchos fantasmas (va llena de compañas); por lo que grita al amado para que la libre.

Terapeuta de amor es el amante; solo su palabra y su presencia pueden librarnos de molestas e insidiosas compañas interiores que perturban nuestro sueño. El amor está siempre cerca de los fantasmas que destruyen y apagan la luz de la conciencia recta. Evoca aquí Pikaza la imagen de la mujer samaritana que encuentra a Jesús, el Amado, junto al pozo, y le dice “Dame de beber”.

(Este resumen es una lectura personal del texto sanjuanista y del comentario al Cántico de Xabier Pikaza)

sábado, 6 de marzo de 2021

NUEVAS MIRADAS AL CÁNTICO (5): LOS RIESGOS DEL AMOR

¡Oh ninfas de Judea!,/en tanto que en las flores y rosales/el ámbar perfumea/morá en los arrabales, /y no queráis tocar nuestros umbrales”

La canción #18 de Cántico también está llena de referencias al Cantar bíblico; las ninfas de Judea remiten a las hijas de Jerusalén (1,4 y 2,7), el perfume del ámbar parece aludir al aroma de amor que despide el fruto de la mandrágora (7,14), los umbrales se refieren a las puertas (7,13). Pero todas esas reminiscencias han sido cambiadas e introducidas por San Juan de la Cruz en un contexto nuevo de advertencia y superación de los riesgos del amor.

Antes fueron cazadas las raposas (CB16), se ha detenido el cierzo y sopla el austro (CB17) sobre el huerto y la viña, convertidos en una especie de ciudad o casa común donde viven los amantes. Siguen presentes las rosas y las flores, pero ahora el espacio del amor se encuentra separado del ámbito exterior (arrabales) y protegido por puertas (umbrales).

El poema delimita los campos: Fuera, están los arrabales donde moran las ninfas bulliciosas que parecen distraer la atención de los amantes y perturban el gozo de su encuentro (vinculadas al recuerdo de Judea, tal vez Antiguo Testamento o tiempo de preparación). Dentro, se expande el perfume de las flores, lleno de aromas, donde moran y pasan su vida los enamorados. Y luego, los umbrales: el campo que separa las dos realidades anteriores, definiendo el espacio del amor, guardando la intimidad.

Las ninfas son figuras femeninas, juguetonas y misteriosas, que aparecen sobre todo en las riberas de las aguas, como signo de un amor hermoso pero equivocado, o al menos frágil, abierto a los engaños. Surgen en el camino del amor como espejismo o tentación, apartándonos de la ascesis fuerte y necesaria que el amor necesita para madurar. Son la ilusión de un momento, el gozo inmediato que luego nos deja vacíos (CB 18,4). En este párrafo hay una expresión que me resulta fuerte: “Llámala Judea porque es flaca y carnal y de suyo ciega, como lo es la gente judaica”; propio de la mentalidad de esa época.

El proceso de enamoramiento verdadero implica un cambio radical, debe trascender el plano de las ninfas, huir de formas y bellezas pasajeras. Todos de alguna manera cultivamos ninfas: nos dejamos envolver por ilusiones, nos queremos engañar con valores pasajeros. El poema no condena a las ninfas, pero pide que se queden fuera, mientras dentro el ámbar perfumea. Fuera del espacio del perfume de los amantes queda el mundo de las ninfas; eran un riesgo para los amantes y fueron expulsadas. No existe amor sin expulsión, no se puede tener todo, sentir todo, gozar todo. El amor verdadero exige opción y riesgo; solo aquel que se arriesga del todo puede luego hallarlo todo transformado y enriquecido.

En resumen: que no basta el primer lance de amor para encontrarse ya dentro del cielo; es necesaria la vigilancia del espacio compartido, amenazado siempre por lo fácil, lo inmediato. Entre el deseo abierto y su realización hay siempre un amplio espacio, poblado de “ninfas”, tentaciones (descanso, placeres, olvidos, conquistas palpables): son los arrabales (CB 18,7). Ahí está el mayor riesgo del amor, antes y ahora, en ese campo de conflicto, insuperable sin un compromiso personal de purificación que permita culminar el camino comenzado.

(Resumen de un texto de XABIER PIKAZA)

domingo, 28 de febrero de 2021

MEDITACIONES SOBRE LOS CANTARES

Junto a los grandes textos que han dado fama universal a la literatura de santa Teresa de Jesús, sus obras completas contienen también relevantes escritos menores. Tal es el caso de las Meditaciones sobre los Cantares, un opúsculo conocido igualmente como Conceptos del amor de Dios –si bien ella no le puso ningún título– y que resulta singular dentro de la producción de la carmelita abulense. No era fácil escribir un libro así para una mujer del siglo XVI: de hecho, la futura doctora de la Iglesia tuvo que arrojarlo al fuego obedeciendo el consejo de su confesor, Diego de Yanguas.

A este dominico le pareció inadecuado que se atreviese a comentar el Cantar de los Cantares, poema atribuido a Salomón y que constituye el documento más polémico del Antiguo Testamento, por reflejarse el amor entre Dios y su pueblo en el amor humano de una pareja de enamorados. Sin embargo, el escrito teresiano fue salvado de las llamas por la existencia de copias fragmentarias elaboradas por las monjas seguidoras de la Santa, aunque, en lo recuperado, queda solo el comentario a unos cuantos versos bíblicos.

El texto teresiano no es propiamente una exégesis del poema¹, sino más bien la glosa de dichos versos a la luz de su experiencia como alma enamorada de Dios que se apropia de la intensidad amorosa contenida en el Cantar. Solo en clave esponsal y mística tiene sentido el opúsculo teresiano: como explicación lírica del amor que Cristo tenía por la religiosa de Ávila y al que ella trataba de corresponder. De ahí que la autora describa un amor de ´ausencia´, es decir, de búsqueda de un Amado que no se tiene y con el que se ansía la unión mística².

Según Secundino Castro³, de la lectura del escrito teresiano se desprende que la Santa entiende perfectamente que el Cantar habla del amor divino desde el lenguaje humano, por lo que ella partirá de la materialidad de lo humano para alcanzar lo divino. Sin duda alguna, tuvo una experiencia singular del Cantar, hasta el punto de que los amores allí contenidos le producen resonancias místicas: le hacen vibrar y sentirse con la necesidad de trasladar hacia fuera esos movimientos interiores (“de unos años acá tengo un regalo grande cada vez que oigo o leo algunas palabras de los Cantares de Salomón, en tanto extremo que, sin entender la claridad del latín en romance, me recogía más y movía mi alma que los libros muy devotos que entiendo”).

En este escrito Teresa de Ahumada halló consolación, recogimiento para la oración y discernimiento para su mística, por lo que en alguna ocasión mostró interés en componerlo como memorial que, al fijar por escrito las numerosas gracias que recibía, impidiera su olvido. A su vez, como instrumento contemplativo, el libro va orientado inicialmente a sus religiosas para el esclarecimiento de su experiencia espiritual, sobre todo a aquellas que han sido agraciadas con muchas mercedes del Señor. Tiene también la pretensión de animarlas a que se esfuercen para que Dios las regale con sus deleites. Pero, por hablar de una unión mística netamente cristiana, cristológica y sin fenómenos místicos extraordinarios –hecho éste que hace del opúsculo un texto único en el conjunto de la literatura teresiana–, estas Meditaciones de la descalza universal concentran lo esencial de su mística y la abren a la totalidad de los creyentes.

Buena prueba de todo ello es su concepción del ´beso´ –al que se hace referencia en los versos del Cantar– como forma de identificación con Cristo, de modo que, por parte de Dios, su beso es la inmersión total de su vida en nosotros, con la que nos inunda y enardece, mientras que, por nuestra parte, ansiar su beso es querer introducir a Dios en su totalidad dentro de nosotros. Más aún, la mística castellana se atrevió a pensar que el beso de Dios se realiza en máxima plenitud en la Encarnación del Verbo y también cada vez que viene a nosotros en la Eucaristía. De la misma manera que, al asumir nuestra naturaleza, Dios se adelantó a besarnos en la Encarnación dándonos a Cristo para siempre, en la Eucaristía quiere que nosotros le besemos a Él asumiéndole. Pero ese beso a Dios resulta verdadero solo cuando la persona acepta a Jesús, le acoge como único amor y se entrega a su servicio y al del prójimo.

¹Cf. ÁLVAREZ, Tomás: “Conceptos del amor de Dios”, en Santa Teresa en 100 fichas, disponible en < https://www.teresavila.com/santa-teresa-en-100-fichas&gt; [Consulta: 15 de diciembre de 2020].

²Cf. DE MACEDO RAYMUNDO, Larissa: Introducción a “O conceito do amor de Deus em Meditaciones sobre los Cantares, de santa Teresa de Jesús”, tesis de máster en Ciencias Religiosas, presentada en 2015 en la Universidad Presbiteriana Mackenzie de São Paulo (Brasil). Disponible en <https://delaruecaalapluma.wordpress.com/2016/05/03/el-concepto-de-amor-de-dios-en-las-meditaciones-sobre-los-cantares/> [Consulta: 17 de diciembre de 2020].

³Cf. CASTRO SÁNCHEZ, Secundino: “Las Meditaciones sobre los Cantares, un camino evangélico. Hacia las cumbres del amor por el ´Cantar de los Cantares´”, en Revista de Espiritualidad, Madrid, Carmelitas Descalzos de la Provincia Ibérica ´Santa Teresa de Jesús´ (España), 2015, vol. 74, núm. 295, pp. 587-598.

Autor: Pedro Aparicio Aucejo.
Teresa, de la rueca a la pluma.

jueves, 4 de febrero de 2021

NUEVAS MIRADAS AL CÁNTICO (4): LAS RAPOSAS Y LOS VIENTOS

 

Con esta canción, la #16, entramos en un ámbito distinto: los amantes no parecen aun maduros para culminar la cena en gesto de pleno matrimonio; contra el deleite y transparencia de la unión van emergiendo ahora problemas, enemigos ocultos que amenazan, sombras que quieren empeñarlo o destruirlo todo. Pasamos pues, de la noche apresurada, al día que levanta sus luces, descubriendo en el jardín del mutuo amor raposas que parecen impedirlo. No son animales grandes, pero perturban el idilio de los enamorados. Pasamos del macrocosmos (montes, valles, islas, ríos...) al microcosmos de una vida limitada pero amenazante. Es en lo pequeño donde anida el peligro, donde puede deshacerse el entusiasmo de las grandes emociones. Los amantes no atienden el peligro de las raposas en el jardín del amor.

"Cazadnos las raposas/que ya está florecida nuestra viña/en tanto que de rosas/hacemos una piña/y no parezca nadie en la montiña".

 En este contexto encontramos ahora una viña, un huerto, un muro, que nos hablan y remiten al cuidado del amor, que es planta frágil. Aquí ahora son los dos amantes, no uno solo, los que piden ayuda a terceros: "Cazadnos las raposas". Los amantes están juntos y cultivan la viña del amor; frente a ellos se alzan las raposas, que antes parecían no existir; entonces están los amigos de los novios, que son los guardianes del amor.  La viña está florecida, cargada de promesas, anuncio del vino que vendrá; pero también la viña está amenazada, porque el mismo amor compartido es campo de prueba y tentaciones que vienen de dentro (debilidad de los propios amantes) y de fuera (las raposas). El amor necesita un contexto exterior favorable y una profunda vivencia interior que debe cultivarse en gratuidad. Los amigos cazan en gesto de vigilancia activa, cuidando y protegiendo el amor de sus enemigos; los novios tejen y juntan flores, hacen el trabajo fino del amor, aparentemente inútil. 

Comienza así una nueva geografía de amor que se desvela como viña y pronto adquirirá rasgos de huerto (CB17) o casa protegida (CB18), para convertirse luego en honda bodega de los vinos del encuentro (CB22 o 26). La montiña es el lugar de los enamorados, lejos de todos, donde se comunican en honda intimidad. Las raposas quedan fuera, los amigos cuidan y vigilan, creando el espacio solitario del amor, para que los amantes, tejedores, trencen las flores.

Pero las amenazas no terminan, porque el amor de primavera puede estar en peligro, si vientos inoportunos lo marchitan antes de que exprese toda su belleza. 

"Detente, cierzo muerto/ven, austro, que recuerdas los amores/aspira por mi huerto/y corran sus olores/y pacerá mi amado entre las flores".


En el comentario, el santo habla de la sequedad de espíritu, que impide al alma disfrutar de la suavidad interior, y así habla del cierzo, que es un viento frío que seca y marchita las flores y plantas, y ese mismo efecto causa la sequedad espiritual en el alma. Pero habla también del austro, que es otro viento, pero apacible, que trae la luvia y hace germinar las yerbas y plantas y abrir las flores y derramar su olor. Es decir, que el austro es y hace el efecto contrario del cierzo, y es imagen del Espíritu Santo, que inflama el alma y aviva el amor. 

El huerto es la misma alma, donde están plantadas y nacen y crecen las flores de virtudes y perfecciones, y el Espíritu es el aposentador del alma, porque prepara el huerto para el amado.

En el texto que seguimos para enriquecer nuestra comprensión del comentario del santo, se nos recuerda que estamos en manos de vientos encontrados e imprevistos. La pascua del primer encuentro puede convertirse en muerte o marchitarse si no sigue el tiempo bueno, si no llegan los calores y las lluvias. Así, la plegaria del amante es suplica natural, liturgia de pentecostés y anhelo de conversión o transformación personal. A menudo esos vientos gélidos forman parte de mi propia vida, son mis fuerzas interiores, que me acercan o alejan del amor. Por eso en la súplica, el amante pide que se aleje el cierzo de muerte y venga el austro de vida que le haga germinar (también está en nosotros el austro benéfico). 

Todas estas imágenes son polivalentes, y podemos interpretarlas desde nuestra propia experiencia personal, o comunitaria. El huerto de Cristo es el alma preparada por el soplo del Espíritu Santo; huerto del amado es el alma enamorada, y ella quiere y pide al viento bueno que la adorne de flores y colores para darlos a su amado. Se convierte así en hortelana de sí misma, transformación impresionante externa e interna, cultivando la belleza. El amado la quiere a ella, no a sus cosas, por eso se embellece cuanto puede.

En fin, que ya Cristo se goza, come y canta, en el huerto de su amada; ambos se gustan, se admiran y se atraen, anticipando así el don del cielo, que se presenta como olor (de santidad), color (visión beatífica) y comida (banquete del reino). Pero no olvidemos que la amada aun está en camino, y necesita auxilios, porque teme los cierzos, y necesita el viento bueno...

(Resumen del comentario de San Juan de la Cruz y de Xabier Pikaza)

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...