Y así llegamos al noveno capítulo de VIDA, y al tercero de este triduo en el que hemos querido fijarnos de modo particular. Este capítulo recoge el desenlace del drama vivido por Teresa durante largos años. Dos hechos decisivos aparecen aquí:
1. El encuentro con Cristo en una imagen, que le hace revivir la historia evangélica de la Magdalena.
2. El encuentro con san Agustín y su libro de las Confesiones, que le hacen revivir la conversión de aquel.
Dos modelos que impulsan a Teresa hacia una etapa definitiva del camino espiritual, y el relato pasa entonces de lo exterior a lo interior: conversión, oración y vida nueva. Es un texto precioso.
ESQUEMA:
- Encuentro con la imagen de Cristo (1-3), y orientación cristológica de la oración de Teresa (4-6).
- Encuentro con san Agustín en sus Confesiones (7-8), y cambio interior de Teresa (9).
- Comienzan a crecer las mercedes de Dios (final del 9).
Teresa cuenta entonces 39 años, a finales de 1554. Entra en su madurez espiritual.
"Pues ya andaba mi alma cansada y, aunque quería, no le dejaban descansar las ruines costumbres que tenía. Me acaeció que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y me arrojé cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle".
"En este tiempo me dieron las Confesiones de San Agustín, que parece el Señor lo ordenó, porque yo no las procuré ni nunca las había visto. Yo soy muy aficionada a San Agustín, porque el monasterio adonde estuve seglar era de su Orden y también por haber sido pecador, que en los santos que después de serlo el Señor tornó a Sí hallaba yo mucho consuelo, pareciéndome en ellos había de hallar ayuda y que como los había el Señor perdonado, podía hacer a mí...Como comencé a leer las Confesiones, paréceme me veía yo allí. Comencé a encomendarme mucho a este glorioso Santo...".