sábado, 5 de noviembre de 2022

FRANCISCO PALAU Y QUER: AMOR A DIOS Y A LA IGLESIA

 

FRANCISCO PALAU es el primer carmelita descalzo español beatificado después de san Juan de la Cruz. Nació en Aitona (Lérida) el 29 de diciembre de 1811, séptimo de una familia numerosa de 9 hijos. Educado por su familia en un un ambiente rural de profunda piedad y religiosidad popular, donde primaba el amor a la Virgen. Conoció de cerca el horror y las penurias de la invasión francesa y la reacción de sus padres, identificados con el lema "Dios, Patria y Rey". Destacó en sus estudios, y protegido y ayudado por  su hermana Rosa, pudo ampliarlos y completar su educación. Hizo su primera comunión entre los 13/14 años, y en 1828 ingresa al seminario diocesano, para abandonarlo luego en 1832, tras haber cursado la filosofía y parte de la teología, para hacerse carmelita. En octubre de ese año pasó del convento de Lérida al noviciado de los carmelitas descalzos en Barcelona. 

 Pero las cosas se complicarían con la revolución de julio de 1835 y la exclaustración, que acabó con la vida conventual del joven Francisco, que había pronunciado sus votos el 15 de noviembre de 1833. Según mandato de su superior provincial fue ordenado sacerdote en Barbastro el 2 de abril de 1836 por el obispo Santiago Fort i Puig. En aquella España dividida y ensangrentada por conflictos civiles y entendida como una cruzada religiosa, Palau llevó una vida de intensa oración, soledad y predicación, dirección espiritual y desprendimiento de todo tipo de beneficio, incluso de orden ministerial. Solía refugiarse en una cueva a 2 kilómetros de Aitona, convertida por él en un santuario de plegaria y silencio, donde pasaba las noches orando a Dios Padre en favor de la Iglesia. 

 

Tras la derrota carlista, en julio de 1840, Palau pasó a Francia con su hermano menor, Juan, y la fama de santidad le acompañó por donde quiera que fue, haciendo vida de ermitaño; imitado y seguido por muchos; fue también denunciado e incomprendido, porque su modo de vivir no encajaba en la visión republicana  y las funciones sacerdotales. Palau se defendió con un escrito titulado "La vida solitaria no se opone a las funciones de un sacerdote sobre el altar", pero finalmente se vio obligado a abandonar el suelo francés, y regresar a España en abril de 1851, incardinándose en la diócesis de Salamanca. 

 El obispo diocesano le instó a que abandonara su vida de ermitaño y se incorporara al plan pastoral diocesano. Tras un mes de retiro, obedeciendo al obispo, elaboró la regla de vida de los grupos que dirigía, hizo de director espiritual de los nuevos ordenandos, animó la pastoral trabajando con jóvenes y asociaciones religiosas y civiles, y promoviendo iniciativas a favor de los emigrantes. Fue fundador y director de la Escuela de la Virtud, primera catequesis para adultos en la capital del principado, y fue publicista y colaborador de la prensa católica. Al final, todas esas iniciativas suyas y de la diócesis le enfrentaron con las autoridades civiles liberales, y junto al obispo fue desterrado, uno a Cartagena y otro a Ibiza. La defensa que hiciera Palau de los derechos de la Iglesia y sus prerrogativas hicieron que aun en el destierro estuviera bajo vigilancia; siempre tuvo claro que hacía lo correcto y que sufría por el nombre de Cristo y por amor a su Iglesia.  

 

Regresó entonces a la más estricta soledad y renovó la búsqueda del querer de Dios en la oración y el silencio. El islote de El Vedrá, en pleno Mediterráneo, se convirtió en el Sinaí de Francisco Palau. En ese duro peñasco quedaron grabadas sus palabras: "Solo a solas con Dios". Seis años de destierro. De nuevo la soledad. Breves salidas para predicar, el ideal de sus jóvenes años de carmelita. Es el carisma palautino, fuente de una espiritualidad eclesial, lo que originó y alimentó su santidad con iniciativas misioneras: fundador de congregaciones religiosas (Hermanos y Hermanas Carmelitas), exorcista, misionero popular, fundador y director de un periódico-seminario, El Ermitaño, , y un tratado de eclesiología para los cristianos, La Iglesia de Dios, etc. 

Murió en Tarragona, el  20 de marzo de 1872, en cuyo arzobispado había presentado un mes antes las Constituciones que debían dar estabilidad y forma a los Terciarios y Terciarias Carmelitas por él fundados en 1860 y 1861 respectivamente. En Tarragona, en la casa madre de las Carmelitas Misioneras Teresianas, se veneran sus restos mortales en una capilla visitada por los devotos del beato Palau y custodiada por sus hijas espirituales. La producción literaria de Francisco Palau es abundante y responde a exigencias e iniciativas pastorales y de dirección espiritual, excepción hecha de su "diario íntimo". Escribió en cuatro idiomas: castellano, catalán, francés y latín. Casi todos sus libros han sido publicados en modernas ediciones y traducidos a varios idiomas: Lucha del alma con Dios, Catecismo de las virtudes, Mes de María, Cartas, Mis relaciones con la Iglesia, El Exorcista y El Ermitaño.

El 24 de abril de 1988 el papa Juan Pablo II lo proclamó beato; su fiesta litúrgica fue fijada para el 7 de noviembre

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...