Jesús no era un héroe de piedra, sino un hombre completo, con todas las flaquezas inherentes a la naturaleza humana. Por eso teme a la muerte y se presenta en toda su humanidad ante los suyos. El cristianismo no es una religión masoquista que se complace en la mutilación o destrucción del cuerpo. El mismo Cristo, como hombre total que era, oró con lágrimas para que, si fuera posible, se le ahorrara aquella muerte en plena juventud. Por eso, una espiritualidad de la sola mortificación no es cristiana. La mortificación es válida cuando viene exigida por una lucha liberadora del hombre y por el Reino. Si el grano de trigo no cae en tierra y muere... esa es la norma cristiana: necesitamos transformarnos para dar mucho fruto.
(Comentarios del Misal de la comunidad)