"Siendo yo superior había un fraile, hermano cocinero, que me extrañaba un poco, porque, durante la semana, lo veía demasiado holgado de quehaceres. Resulta que el lunes o martes hacía la comida para toda la semana; le iba cambiando a la sopa cuatro cosas y, el último día, la sopa sabía a aguarrás. Le dije: «¡Te la comes tú, vaya que si te la comes tú, y a la comunidad le haces huevos fritos!». Eso no es pobreza, no; el cocinero de la comunidad no tiene que cocinar lo peor que sabe, lo menos que pueda para tener más tiempo para rezar, o para lo que sea; si no se puede, se habla con la comunidad y se organiza, pero la comunidad tiene que estar bien atendida, bien atendida, ¡eh!, ¡bien atendida!"
Rafael Gomez Manzano
La corporalidad en la vida consagrada