JUEVES SANTO: Este día, desde tiempos antiguos, tenía tres celebraciones; cada una de ellas con su relieve propio y oficio peculiar. Al alba, en las primeras horas de la mañana, tenía lugar el "oficio de reconciliación" de pecadores, es decir, de los que habían vivido en penitencia pública durante la Cuaresma. En una celebración especial, a veces con misa, eran reintegrados en la comunidad cristiana a la que pertenecían, con el fin de que pudieran celebrar la pascua.
CELEBRACIÓN PENITENCIAL: Cuando desapareció en la Iglesia el rigor de la disciplina penitencial pública, esta celebración matutina y previa al triduo sacro cayó necesariamente en desuso. Tal vez sería importante, y creemos, revestiría innumerables ventajas pastorales que se restaurase en la mañana del jueves esta práctica antigua.
Al no haber en los templos, durante las horas matutinas, celebraciones eucarísticas, se da la ocasión oportuna y privilegiada de tener una celebración penitencial, en la que toda la comunidad: sacerdote y fieles, manifiesten publicamente, su conversión cuaresmal y pida perdón por sus pecados personales y colectivos. Tiene pues, pleno sentido, la confesión en la mañana del Jueves Santo.
MISA CRISMAL: Para poder celebrar los bautismos en la Noche santa de Pascua, se necesitaba tener los oleos consagrados. De ahí que el rito de su consagración se instituya para ser celebrado en la mañana de hoy. Los oleos tienen una vidente conexión con las fiestas de Pascua, días sacramentales por excelencia.
En esta misa cobra relieve la figura del Obispo, como pastor supremo de la diocesis y como administrador principal de los sacramentos. Por ser la iglesia catedral el lugar de su celebración, se vuelven nuestros ojos hacia el templo principal de la diócesis, madre y cabeza de las distintas iglesias. Bueno es que en alguna ocasión, y esta es la idónea, se vaya en peregrinación a la catedral y se participe en una celebración plena.
La misa crismal, por otra parte, nos manifiesta claramente la afirmación de la comunión del presbiterio diocesano con su obispo. De ahí que, en cuanto sea posible, los presbíteros deben participar en esta misa, renovando sus compromisos sacerdotales y además, pueden llevarse a sus parroquias, los oleos recien consagrados.
MISA VESPERTINA DE LA CENA DEL SEÑOR: Por influencia de la representación de los acontecimientos históricos de la pasión y muerte del Señor en Jerusalén, que tenía lugar precisamente durante estos días, comenzó a celebrarse en la tarde del Jueves Santo la misa "in cena domini". Esta misa se fue imponiendo poco a poco hasta constituirse en centro de la liturgia de este día. Luego perdió su actualidad por el cambio de horario, pues durante mucho tiempo se celebró por la mañana. La nueva legislación que renovó la Semana Santa, a partir de Pio XII (1955) la devuelve a su momento privilegiado, en las horas de la tarde, recobrando así toda su fuerza litúrgica.
Esta Eucaristía de la tarde del Jueves nos expresa, actualiza y reconstruye perfectamente la acción de Cristo, que nos reune en torno a su mesa y nos da su testamento y mandato de amor total. Por eso guardamos el pan de esta Cena para poder en la tarde del Viernes comulgar con su sacrificio, con su muerte.
La nota dominante del Jueves es el amor, que instituye la eucaristía y el orden sacerdotal, y nos entrega el mandamiento de la caridad fraterna. La renovación y actualización de la cena del Señor nos manifiesta claramente todas las exigencias del amor cristiano.
La celebración del Jueves no se puede separar de la del viernes Santo. La Cena es el misterio de Cristo muerto y resucitado, que comunica a los suyos la fuerza invencible de la victoria de la cruz. Esta misa de Jueves Santo es ya comienzo dce la gran celebración de la pasión y muerte de Cristo. Existe relación estrecha y perfecta entre la Cena y el Calvario. Todo el ambiente y circunstancias de la última Cena sugiere la idea del sacrificio. Cristo instituye la Eucaristía como memorial eficaz de su pasión.
(Tomado de SEMANA SANTA, Andrés Pardo).