jueves, 22 de julio de 2021

CAMINO DE FRAGILIDAD: "PERDIENDO LAS MERCEDES QUE EL SEÑOR ME HIZO" (VIDA, Capítulo 7)

Años difíciles para Teresa
, años de crisis y de luchas, y también la muerte de su padre, que hace mella en ella; sin embargo, despierta a la vez también una lenta recuperación espiritual. Casi un decenio, entre los 35 y los 45 años de edad, recogen estas páginas.

1. Teresa, enferma de cuerpo, pasa a serlo también de alma. Es víctima de 2 tentaciones: siente vergüenza de sí misma ante Dios (dejar la oración), y se siente impulsada a ser como las otras, “como los muchos” (mediocridad).

2. Pesa sobre ella la situación de la comunidad (2-5). Cede a las amistades con los de fuera, que la descentran (6-7), y no se rinde al requerimiento misterioso de los dos episodios simbólicos: Cristo (6) y el sapo (8).

3. Una excepción luminosa es la figura de su padre, pero ella no es fiel en el camino que comparten, el de la oración, y termina abandonándola (10-13).

4. La muerte de Don Alonso la sacude interiormente, sumergiéndola en una profunda soledad (13-16), que lentamente le hace reanudar su vida interior, su camino espiritual. Teresa lucha muchos años, y lucha sola ( en los #s 20-22 hace una apología de las amistades espirituales).


Así, pues, resumiendo lo anterior, tres recuerdos fuertes dominan el relato de este capítulo 7: su propia crisis como religiosa, la figura de su padre, y la lucha en soledad. Como cierre, un elogio de la amistad espiritual, y una oración de gratitud a Dios.

Teresa describe su situación, mencionando tres realidades que manifiestan que su vida transcurre básicamente hacia afuera, más en lo exterior que en lo interior, y que la crisis por la que pasó, más que de vocación, fue de vida, y comienza describiéndola en el # 1: “De pasatiempo en pasatiempo, de vanidad en vanidad, de ocasión en ocasión”. Esos pequeños momentos, detalles, ocasiones, que sin que nos demos cuenta nos van apartando de lo esencial, del centro. Para Teresa fue desaprovechar las muchas gracias que recibió durante su enfermedad, y luego el abandonar la oración, bajo capa de humildad, durante año y medio, más o menos.

Con estos términos describe su vida:

1. Andar como los muchos: es decir, vivir haciendo simplemente lo que hace la mayoría. Es una fuerte tentación para todos el seguir la corriente

2. Fingiendo cristiandad: conformándose con lo aparente, con el cumplimiento de preceptos exteriores.

3. Cuidando su buen nombre: lo que llama la santa, "la negra honra", que tuvieran buena opinión de ella. Cuidar el “aparentar”.

Son tres tentaciones frecuentes para quien busca recorrer la senda espiritual, porque se queda en la práctica exterior religiosa, pero también tentaciones para cualquier persona en su proceso de maduración humana: quedarse en lo exterior, en el “parecer”, sin ser. No adentrarse en la aventura del conocimiento propio y del descubrimiento del "castillo interior", en cuya morada más íntima habita Dios.

Teresa se aleja de la oración, deja de mirar hacia adentro, y por tanto se aparta de la mirada de Dios. Prefiere seguir la corriente, hacer lo que hacen los otros, en este caso su numerosa comunidad religiosa, y renuncia a tomar en sus manos la propia vida. Así es más fácil, se corren menos riesgos, se está más cómodo.

Pero Dios sigue actuando en Teresa, no se cansa de trabajar y luchar por ella. Teresa alcanza a descubrir la pedagogía de Dios en una frase: "El Señor da siempre oportunidad, si queremos". Y luego, con otra frase, muestra la enorme gratuidad del Dios de su vida: "Con grandes regalos castigabas mis delitos".

Hay un breve paréntesis en el relato de Teresa cuando nos habla de su padre, Don Alonso: desde sus años en la enfermería Teresa le introduce a él también en el camino de la oración, y le anima, le da libros, etc., y así mientras él avanza en el camino de la interioridad, es Teresa la que retrocede.

Don Alonso vivió los últimos años de su vida en gran soledad, todos sus hijos varones se marcharon de Ávila, y lo asisten dos de sus hijas, Juana, muy joven, y la propia Teresa. En gran intimidad con esta última, que tiene de él un alto concepto y gran amor, pasó sus últimos días. Cuando su padre muere, Teresa le acompaña en sus últimos momentos, y en la soledad que sobreviene a su muerte, ella experimenta con más fuerza su crisis vital y los reclamos de Dios, por lo que busca auxilio en un sacerdote dominico, que la lleva de vuelta a la oración.


¿POR QUÉ NO DEBEMOS DEJAR LA ORACIÓN?

Teresa defiende la absoluta necesidad de perseverar en el camino de la oración, más allá de nuestra conducta, y en ello radica la importancia de este capítulo en la biografía teresiana. Ella insiste en esto, una y otra vez, y recuerda: "Con la oración un día ofendía a Dios y tornaba otros a recogerme y apartarme más de la ocasión" (V. 7, 11). Y cuando aparecen "razones" para no hacerla, enfermedades y otros problemas de la vida cotidiana, Teresa dirá con acierto:

"Y en la misma enfermedad y ocasiones es la verdadera oración, cuando es alma que ama, en ofrecer aquello y acordarse por quién lo pasa y conformarse con ello y mil cosas que se ofrecen. Aquí ejercita el amor; que no es por fuerza que ha de haberla cuando hay tiempo de soledad y lo demás no ser oración. Con un poquito de cuidado, grandes bienes se hallan en el tiempo que con trabajos el Señor nos quita el tiempo de la oración".

(Vida 7, 12)

El sacerdote dominico lleva a Teresa a comulgar con mayor frecuencia y a reanudar su vida de oración, y así, al tiempo de crisis sucede un tiempo de lucha, de vida en tensión, para recuperar lo perdido. Teresa advierte aquí sobre la gran importancia de las amistades espirituales. No andar solos por este camino, sino buscar a otros y juntarse con ellos, para "hacerse espaldas". Ella escribe: "Gran mal es un alma sola entre tantos peligros. Paréceme a mí que, si yo tuviera con quién tratar todo esto, que me ayudara a no tornar a caer, siquiera por vergüenza, ya que no la tenía de Dios. Por eso, aconsejaría yo a los que tienen oración, en especial al principio, procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo. Es cosa importantísima, aunque no sea sino ayudarse unos a otros con sus oraciones...".

Más adelante en el relato encontraremos al pequeño grupo de amigos orantes que se reúnen en torno a Teresa (“los cinco que al presente nos amamos en Cristo”), y es ella entonces la que empieza a contagiar en torno suyo a muchas de sus compañeras en el monasterio en una oración más seria y profunda.

El monasterio de monjas carmelitas en Ávila, donde vivió Teresa unos 27 años de su vida, era de reciente erección, y había sido antes un beaterio, en el vivían alrededor de 180 monjas, en gran parte procedentes de la nobleza abulense, pero con una difícil situación económica. Luego de la muerte de su padre, Teresa lleva consigo al monasterio a su hermana Juana, de 14 o 15 años, pero no como postulante religiosa. No se prometía clausura, las amistades seglares frecuentaban el monasterio, y las monjas salían con frecuencia o pasaban tiempo en casa de señoras importantes, por requerimiento de estas (Fue el caso de la propia Teresa, cuando estuvo en casa de Doña Guiomar de Ulloa). Más que una crítica de su monasterio, donde dice Teresa que “se guarda toda religión”, ella hace una crítica de la vida religiosa de su tiempo.

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...