Algo de lo que veremos en este CAPÍTULO 4 lo adelantamos en el encuentro anterior. Son años decisivos los que vivirá Teresa, en los que se irá perfilando su personalidad. Ella ingresa carmelita en 1535 (con 20 años de edad), y enferma a los 23; pasa casi nueve meses en la casa de su hermana, y luego tres meses de verano en Becedas (1539). Es decir, casi un año fuera del convento.
El primer relato, su ingreso y estreno en la vida religiosa: días de determinaciones, gozo intenso al tomar el hábito. Luego sigue el momento de oración (3-4), para dar comienzo en el número 5 al segundo relato: enfermedad, largo viaje a Becedas, pasando por Hortigosa y Castellanos, y entrenamiento en la oración, sobre la base de un nuevo libro llamado Tercer Abecedario.
En el relato, Teresa revive dos grandes experiencias: una, la fuerza que tuvo para determinarse a hacer algo por Dios, y la suerte de haber encontrado el camino de la oración, pese a las dificultades y altibajos. Un halo alterno de dolor y gozo envuelve la narración, y ella advierte, espantada y gozosa, la gran bondad que Dios ha tenido para con ella. Dios y ella, positivo y negativo, son los dos actores que se alternan en los episodios.
CRONOLOGÍA: Entra en La Encarnación en 1535. Profesa en 1537. En otoño de 1538, sale de La Encarnación, camino de Becedas, pero pasa el invierno en Castellanos.
"Cuando salí de casa de mi padre no creo será más el sentimiento cuando me muera. Porque me parece cada hueso se me apartaba por sí, que, como no había amor de Dios que quitase el amor del padre y parientes, era todo haciéndome una fuerza tan grande que, si el Señor no me ayudara, no bastaran mis consideraciones para ir adelante. Aquí me dio ánimo contra mí, de manera que lo puse por obra".(1)
Tomar la decisión y salir de la casa paterna fue muy difícil para Teresa, pero enseguida se siente a gusto, y se llena de gozo y ternura, encontrando un centro vital para su vida. Luego, la enfermedad, de la que hablará más abundantemente en el capítulo siguiente.
¿Cuáles fueron las causas de la enfermedad de Teresa?: Tal vez, como ella misma escribe, por la mudanza de la vida y los manjares; tal vez porque su propia psicología se resentía en la lucha interior que tenía lugar en ella. Desmayos, mal de corazón, y otros muchos males juntos obligan a Teresa a salir del convento para buscar remedio a su extraña enfermedad.
DESCUBRIMIENTO DE LA INTERIORIDAD: Teresa habla de salud, pero enseguida empieza a hablar de la oración; se aprovecha de un libro, regalo de un tío suyo, que trataba de enseñar oración de recogimiento (Tercer abecedario, de Francisco de Osuna), y queda fascinada con la interioridad y con el Dios que comienza a descubrir en ella:
1. Se determina a seguir aquel camino con todas sus fuerzas.
2. Comienza a tener ratos de soledad y confesarse a menudo.
3. Tomó aquel libro por maestro.
4. Aun no estaba tan libre de ofender a Dios como el libro decía, pero experimentaba en su vida la bondad de Dios, y le parecía traer el mundo bajo sus pies.
"Procuraba lo más que podía traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente, y ésta era mi manera de oración. Si pensaba en algún paso, le representaba en lo interior; aunque lo más gastaba en leer buenos libros, que era toda mi recreación; porque no me dio Dios talento de discurrir con el entendimiento ni
de aprovecharme con la imaginación, que la tengo tan torpe, que aun para pensar y representar en mí -como lo procuraba traer- la Humanidad del Señor, nunca acababa".
Dos elementos importantes aquí menciona Teresa: SOLEDAD Y BUENOS LIBROS. Ambas cosas ayudan a quitar la atención de lo exterior para ponerla en lo interior. Estas traen consigo gran pena y sequedad, y grandísimo combate con los pensamientos. Teresa manifiesta en sus expresiones orantes que Dios es para ella bondad y magnificencia, buen pagador; un orfebre dorador del pobre metal humano(10). Verdadera teología teresiana que no aprendió en manuales, sino por propia experiencia.
DETERMINARSE/DETERMINACIÓN: Es un vocablo importante, reiterado por Teresa en estos capítulos; no son meros gestos, sino opciones de voluntad, que inciden en la vida de Teresa. Recaen sobre dos aspectos en particular: elección del estado religioso y decisión de no vivir sin la oración. La vocación de Teresa no fue cosa de sentimiento, sino de lucha y decisiones, y su opción por la oración sera definitiva, a pesar de sus altibajos, poniendo a prueba su identidad vocacional. Más adelante, ya en clave pedagógica, Teresa acuñará el lema de la "determinada determinación" (C.21,2), frente a "determinacioncillas" superficiales (16,10).
LA ORACIÓN DE RECOGIMIENTO: Teresa nos cuenta que aprende ese modo de orar de la lectura del libro de OSUNA, que le regalara su tío, mientras estaba de reposo en Hortigosa. Ella tiene entonces 23 años, y el autor del libro aun vive, en la propia Castilla. El libro exponía minuciosamente la iniciación en la oración de recogimiento, para principiantes, aprovechados y perfectos, bajo la consigna de "no pensar en nada, atento a solo Dios"; leyéndolo, Teresa se determina a seguir aquel camino con todas sus fuerzas, pero topa con sus propios límites psicológicos, pues le costaba mucho discurrir.
Sigue el CAPÍTULO 5 del Libro de la VIDA de Teresa de Jesús: centra su atención en la ENFERMEDAD de Teresa; en el viaje que hizo la santa a Becedas, con una larga estancia previa en casa de su hermana casada, para ver a una curandera que le ayudara a restablecer su salud. Teresa reanuda así el relato de su enfermedad, desde los episodios del noviciado, y de cómo decidieron ir a Becedas para ver a una famosa mujer con la que esperaba encontrar remedio para sus males. Las curas fueron terribles ("incomportables"), según nos cuenta, pero, en lugar de mejorarla, la pusieron peor.
Regresa a casa en colapso total, se pone tan mal que le toman por muerta, y luego queda paralítica por un buen tiempo. En cuanto puede, pide regresar al monasterio, y se insinúa la secuencia de tres años de parálisis, vividos en la enfermería del monasterio. Serían desde 1539 hasta 1542 (sus 27 años).
Aquí descuellan dos emociones fuertes: la amistad fulminante y dramática con un sacerdote de Becedas, y el paroxismo de Teresa, que "estará sin sentido cuatro días".
ESQUEMA DEL CAPÍTULO....
#s 1-2: Recuerdo y añoranza del noviciado.
#s 3-6: Llegada a Becedas, y encuentro con un sacerdote.
#s 7-1o: Fracaso de la curandera, regreso a Ávila y colapso de Teresa, el día de la Asunción.
# 11: Emoción de la escritora al evocar estos recuerdos.
Cronología: En 1536-37, Episodios del noviciado. Otoño de 1538, sale enferma hacia Hortigosa y Castellanos. En abril de 1539, curas en Becedas. En agosto de ese año, paroxismo en casa de Don Alonso.
El capítulo comienza con la mirada retrospectiva de Teresa sobre los años de su noviciado, y la memoria de una compañera (enferma ideal), con sus virtudes, defectos y deseos de ese entonces. Ya luego, retoma el relato con el viaje a Becedas, pero antes de hablar de hablar de la curandera, se detiene a contar su encuentro con el cura del pueblo. Narra despacio, en una amalgama de amores "limpios y sucios", y un desenlace feliz, en los que Teresa participa activamente.
"Estaba una persona de la iglesia, que residía en aquel lugar adonde me fui a curar, de harto buena calidad y entendimiento. Tenía letras, aunque no muchas. Yo me comencé a confesar con él, que siempre fui amiga de letras, aunque gran daño hicieron a mi alma confesores medio letrados, porque no los tenía de tan buenas letras como quisiera... él se aficionó en extremo a mí, porque entonces tenía poco que confesar para lo que después tuve, ni lo había tenido después de monja. No fue la afición de éste mala; mas de demasiada afición venía a no ser buena... A mí se me hizo gran lástima, porque le quería mucho; que esto tenía yo de gran liviandad y ceguedad, que me parecía virtud ser agradecida y tener ley a quien me quería...".
El camino interior que va haciendo Teresa, según su relato, no es un camino fácil. Todo intento de crecer supone un esfuerzo, a menudo doloroso, de parte nuestra. La primera parte de este camino "iniciático" suele siempre estar poblado de ilusiones, de falsas imágenes de Dios, de imperfecciones, que solemos disfrazar con ideas de santidad. Pero, Teresa, en medio de sus imperfecciones, sabe que necesita crecer, aunque no encuentra en ella misma fuerzas para hacerlo.
Este capítulo de su vida vuelve a estar marcado por los mismos elementos que los capítulos anteriores: sus imperfecciones y enfermedades, que forman parte de su proceso de purificación,y también la compañía de un libro, en este caso, los Morales, de San Gregorio, sobre el libro bíblico de Job. Y, por supuesto, como siempre, Dios esperando y modelando a Teresa para conducirla a la plenitud.
Volvamos entonces a la enfermedad de Teresa: las curas, más que ayudarle a sanar, la ponen peor; casi sucumbe en sus manos y a sus pócimas de hierbas. Fueron tres meses en la aldea, con grandísimos trabajos, que casi acaban con su vida. Por suerte interviene Don Alonso y regresa con ella a Ávila, donde es desahuciada por los médicos de entonces, sobreviniéndole un tremendo colapso, con muerte aparente y hasta sepulcro abierto en su convento. Cierra ahora el relato con una estampa de sí misma en el momento en que escribe (50 años), y otra vez el reconocimiento de Dios que obra en medio de todos estos avatares.
Un poeta, de estos tiempos comentó del siguiente modo la extraña experiencia de muerte y resurrección que Teresa revive en su relato:
"Nos es difícil comprender los meses de dolor de Teresa, que hoy justifican con sus múltiples enfermedades. Nada más parecido a la juvenil ascesis teresiana que los meses que Krishnamurti vivió a partir de 1922. La iniciación mística, la liberación de la energía cósmica del cuerpo a través de espasmos, dolores y desmayos, es la meta de esas durísimas pruebas. Nada hay que haga titubear o padecer al místico a partir de ese momento de suprema liberación". (Tratado de armonía, Antonio Molina, Tusquets, 1991, página 114)
Y acabamos esta entrada con el CAPÍTULO 6, que ofrece un tríptico bien articulado. Primero, Teresa joven y tullida, en la enfermería conventual; su curación, a pesar de los médicos de la tierra y gracias a los del cielo (recure a San José) y su lucha por abrirse camino hacia Dios.
Sufrimientos atroces, hasta pasar cuatro días en estado de coma, y luego una larga convalecencia, con ocho meses prácticamente inmóvil. Luego, tres años de lenta recuperación del movimiento y la salud. Llenan este capítulo dos recuerdos contrapuestos: el de la enfermedad, y el de la lucha por la vida espiritual. De la primera, sale victoriosa, pero de la segunda semi-derrotada y maltrecha; entre una y otra, comparece la figura de SAN JOSÉ, su médico de cuerpo y su maestro de oración. Teresa nos comparte su experiencia primeriza y profunda en relación personal con el santo bíblico.
ESQUEMA DEL CAPÍTULO:
#s 1-4: En la enfermería. Dolores físicos y lucha espiritual.
#s 5-8: San José, médico de cuerpo y alma.
#9: soliloquio oracional.
Entre líneas se vislumbra el mundillo de la enfermería, es casi el único lugar del monasterio donde no rige el silencio, pues a la enferma la visitan las hermanas, a menudo muy locuaces. Teresa se esfuerza por crecer en virtudes, y crecer en el amor, todavía motivada por su práctica oracional. Dice que "trataba mucho de Dios, de manera que edificaba a todas", seguía con sus lecturas, "todo iba envuelto en amor". Quería sanar para servir mejor a Dios, aunque prefería permanecer limitada si en eso iba su salvación.
Decide entonces recurrir a otros médicos diferentes de los de la tierra, e invoca a SAN JOSÉ. Parte doctrinal incluida, con las habituales distracciones al censor, y propone a sus lectores una convicción que brota de su experiencia personal. Su teología popular es de fundamento evangélico: oración silenciosa de contemplación y servicio. "Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome a este glorioso santo por maestro y no errará el camino".
En la historia de la religiosidad popular es célebre la página que Teresa dedica a San José en el presente capítulo, y a ella se debe, en buena parte, la promoción de la devoción al Santo en la Iglesia de los siglos siguientes. Probablemente influyeron en Teresa sus lecturas juveniles del Flos Sanctorum, y lecturas posteriores, además de beber en la liturgia carmelitana, Misal y Breviario, donde se le celebraba con solemnidad desde el siglo anterior. Con todo, las asiduas prácticas piadosas a que ella alude, se enclavan mejor en el contexto de la religiosidad popular vivida en su monasterio carmelita. Al Santo dedicará su primera fundación en el nuevo Carmelo, y muchos otros.
El relato culmina, como es su costumbre, con una oración fina (#9), toda ella concentrada en el misterio de lo vivido, pero desde el sentimiento que tiene de vivir en ese momento como San Pablo, "sin vivir en ella".
(Lo anterior, construido a partir de materiales preparados por el P: Tomás Álvarez, ocd)