viernes, 30 de julio de 2021

CAMINO DE LIBERTAD: "TODA MI CONFIANZA EN DIOS" (Vida, capítulo 9)

Y así llegamos al noveno capítulo de VIDA, y al tercero de este triduo en el que he querido poner especial atención. Este capítulo recoge el desenlace del drama vivido por Teresa durante largos años. Ella vive un cambio radical: no sólo ético o psicológico, sino total, que afecta a Teresa en sus estratos más profundos. Fija el rumbo de su vida, y cambia el modo en que se relaciona con Dios, poniendo fin a las luchas antagónicas previas. Es el alboreo de una nueva y larga jornada, que durará hasta su muerte. Este capítulo señala el final de su brega ascética y el comienzo de su vida mística.

La clave está al final del capítulo anterior, y se confirma al comienzo de este: poner toda la confianza en Dios; dejar paso libre a su presencia y a su iniciativa. Dejarle hacer; Ya no es Teresa la que hace, es Dios (“comenzó el Señor a despertar su alma y a darle luz”).

Esto acontece en dos hechos decisivos del relato autobiográfico:

1. El encuentro con Cristo en una imagen, que le hace revivir la historia evangélica de la Magdalena.

2. El encuentro con san Agustín y un libro: Las Confesiones, que le hacen revivir la conversión de aquel.

"Pues ya andaba mi alma cansada y, aunque quería, no le dejaban descansar las ruines costumbres que tenía. Me acaeció que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y me arrojé cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle".

Teresa no se encuentra sólo con una imagen de Cristo, sino con “Cristo muy llagado”; va de lo exterior a lo interior, de la capilla a su oratorio interior, y mirándola, dice, se turbó, porque “representaba bien lo que pasó por nosotros”. La previa oración interior de Teresa, en la que se representa a Cristo en las situaciones descritas en los relatos evangélicos, le prepara para este momento; “Me aprovechó más”, dice, porque tenía toda su confianza en Dios. Intercala aquí su devoción a María Magdalena, y como se identificaba con su conversión. La escena culmina con una súplica entrañable, y reiterada; es un gesto casi de impotencia o de derrota, el gesto supremo en el que Teresa pasa el mando, la iniciativa, de ella hacia Dios (#s 1-3).

Este episodio permite a Teresa tener una confidencia sobre su estilo de oración, en cuanto relación personal con Jesús: “Procuraba representar a Cristo dentro de mí” (#s 4-6). Se hallaba mejor donde le veía más solo, recordaba la oración del huerto cuando se iba a dormir, un buen libro para recogerse, pensar en Cristo como hombre, etc.


Luego, en el # 7, pasa a contar otro episodio:

"En este tiempo me dieron las Confesiones de San Agustín, que parece el Señor lo ordenó, porque yo no las procuré ni nunca las había visto. Yo soy muy aficionada a San Agustín, porque el monasterio adonde estuve seglar era de su Orden y también por haber sido pecador, que en los santos que después de serlo el Señor tornó a Sí hallaba yo mucho consuelo, pareciéndome en ellos había de hallar ayuda y que como los había el Señor perdonado, podía hacer a mí...Como comencé a leer las Confesiones, paréceme me veía yo allí. Comencé a encomendarme mucho a este glorioso Santo...".

Teresa empatiza con Agustín, era el mismo año en que se publicaban por primera vez las Confesiones en castellano; se siente atraía por sus exclamaciones, su angustia y su conversión, y se siente muy identificada con su experiencia de pecador y convertido. “Paréceme me veía yo allí”.

Desde estas experiencias espirituales, escribe Teresa (9):

"Paréceme que ganó grandes fuerzas mi alma de la Divina Majestad, y que debía oír mis clamores y haber lástima de tantas lágrimas. Me comenzó a crecer la afición de estar más tiempo con él, y a quitarme de los ojos las ocasiones...".

Los episodios narrados por Teresa en este capítulo: su encuentro con Cristo llagado, el recuerdo de la Magdalena, la lectura de la conversión de San Agustín, acontecen sobre todo en el alma de Teresa, en su interioridad. Ella se percibe cambiada, con deseos de pasar más tiempo con Jesús, y también van creciendo los regalos en la oración, que antes no faltaron, pero de manera esporádica. Como dije antes, a partir de aquí comenzará la vida nueva de Teresa, marcada más por las experiencias místicas que por la ascética; pasa de la lucha a la paz, de las sombras a la luz, y todo eso, no forjado por ella, sino recibido como don de Dios.

(Resumen a partir de textos de Tomás Álvarez, ocd)

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...