domingo, 28 de febrero de 2021
MEDITACIONES SOBRE LOS CANTARES
jueves, 4 de febrero de 2021
NUEVAS MIRADAS AL CÁNTICO (4): LAS RAPOSAS Y LOS VIENTOS
Con esta canción, la #16, entramos en un ámbito distinto: los amantes no parecen aun maduros para culminar la cena en gesto de pleno matrimonio; contra el deleite y transparencia de la unión van emergiendo ahora problemas, enemigos ocultos que amenazan, sombras que quieren empeñarlo o destruirlo todo. Pasamos pues, de la noche apresurada, al día que levanta sus luces, descubriendo en el jardín del mutuo amor raposas que parecen impedirlo. No son animales grandes, pero perturban el idilio de los enamorados. Pasamos del macrocosmos (montes, valles, islas, ríos...) al microcosmos de una vida limitada pero amenazante. Es en lo pequeño donde anida el peligro, donde puede deshacerse el entusiasmo de las grandes emociones. Los amantes no atienden el peligro de las raposas en el jardín del amor.
"Cazadnos las raposas/que ya está florecida nuestra viña/en tanto que de rosas/hacemos una piña/y no parezca nadie en la montiña".
En este contexto encontramos ahora una viña, un huerto, un muro, que nos hablan y remiten al cuidado del amor, que es planta frágil. Aquí ahora son los dos amantes, no uno solo, los que piden ayuda a terceros: "Cazadnos las raposas". Los amantes están juntos y cultivan la viña del amor; frente a ellos se alzan las raposas, que antes parecían no existir; entonces están los amigos de los novios, que son los guardianes del amor. La viña está florecida, cargada de promesas, anuncio del vino que vendrá; pero también la viña está amenazada, porque el mismo amor compartido es campo de prueba y tentaciones que vienen de dentro (debilidad de los propios amantes) y de fuera (las raposas). El amor necesita un contexto exterior favorable y una profunda vivencia interior que debe cultivarse en gratuidad. Los amigos cazan en gesto de vigilancia activa, cuidando y protegiendo el amor de sus enemigos; los novios tejen y juntan flores, hacen el trabajo fino del amor, aparentemente inútil.
Comienza así una nueva geografía de amor que se desvela como viña y pronto adquirirá rasgos de huerto (CB17) o casa protegida (CB18), para convertirse luego en honda bodega de los vinos del encuentro (CB22 o 26). La montiña es el lugar de los enamorados, lejos de todos, donde se comunican en honda intimidad. Las raposas quedan fuera, los amigos cuidan y vigilan, creando el espacio solitario del amor, para que los amantes, tejedores, trencen las flores.
Pero las amenazas no terminan, porque el amor de primavera puede estar en peligro, si vientos inoportunos lo marchitan antes de que exprese toda su belleza.
"Detente, cierzo muerto/ven, austro, que recuerdas los amores/aspira por mi huerto/y corran sus olores/y pacerá mi amado entre las flores".
En el comentario, el santo habla de la sequedad de espíritu, que impide al alma disfrutar de la suavidad interior, y así habla del cierzo, que es un viento frío que seca y marchita las flores y plantas, y ese mismo efecto causa la sequedad espiritual en el alma. Pero habla también del austro, que es otro viento, pero apacible, que trae la luvia y hace germinar las yerbas y plantas y abrir las flores y derramar su olor. Es decir, que el austro es y hace el efecto contrario del cierzo, y es imagen del Espíritu Santo, que inflama el alma y aviva el amor.
El huerto es la misma alma, donde están plantadas y nacen y crecen las flores de virtudes y perfecciones, y el Espíritu es el aposentador del alma, porque prepara el huerto para el amado.
En el texto que seguimos para enriquecer nuestra comprensión del comentario del santo, se nos recuerda que estamos en manos de vientos encontrados e imprevistos. La pascua del primer encuentro puede convertirse en muerte o marchitarse si no sigue el tiempo bueno, si no llegan los calores y las lluvias. Así, la plegaria del amante es suplica natural, liturgia de pentecostés y anhelo de conversión o transformación personal. A menudo esos vientos gélidos forman parte de mi propia vida, son mis fuerzas interiores, que me acercan o alejan del amor. Por eso en la súplica, el amante pide que se aleje el cierzo de muerte y venga el austro de vida que le haga germinar (también está en nosotros el austro benéfico).
Todas estas imágenes son polivalentes, y podemos interpretarlas desde nuestra propia experiencia personal, o comunitaria. El huerto de Cristo es el alma preparada por el soplo del Espíritu Santo; huerto del amado es el alma enamorada, y ella quiere y pide al viento bueno que la adorne de flores y colores para darlos a su amado. Se convierte así en hortelana de sí misma, transformación impresionante externa e interna, cultivando la belleza. El amado la quiere a ella, no a sus cosas, por eso se embellece cuanto puede.
En fin, que ya Cristo se goza, come y canta, en el huerto de su amada; ambos se gustan, se admiran y se atraen, anticipando así el don del cielo, que se presenta como olor (de santidad), color (visión beatífica) y comida (banquete del reino). Pero no olvidemos que la amada aun está en camino, y necesita auxilios, porque teme los cierzos, y necesita el viento bueno...
(Resumen del comentario de San Juan de la Cruz y de Xabier Pikaza)
martes, 2 de febrero de 2021
NUEVAS MIRADAS AL CÁNTICO (3): EL AMADO, EL COSMOS, LA NOCHE, LA CENA
Las estrofas 14 y 15 del poema Cántico, las comenta juntas San Juan de la Cruz; no encontraremos en la literatura castellana unos versos más comentados o citados que estos, hermosos y trascendentes, cargados de misterio. La paloma, que ha roto el viejo vuelo, ya no mira a las aguas engañosas, sino al ciervo, y en su herida de amor busca y encuentra, deslumbrada, todo el cosmos. Es un motivo universal de la cultura religiosa humana: unir amor y cosmos, recreación y redescubrimiento de la Realidad, desde la mirada enamorada que descubre la presencia plena del amado en todas las cosas.
"Mi amado, las montañas/los valles solitarios nemorosos/las ínsulas extrañas/los ríos sonorosos/el silbo de los aires amorosos".
La mujer enamorada, en vuelo de amor, mira y sabe decir lo que ha mirado, redescubriendo el lenguaje: dice y crea, recrea a Dios en todas las cosas; ella ve el amor y canta, ya sin verbos de pregunta o duda, sin conjunciones, adverbios o preposiciones. Sólo hay sustantivos y adjetivos: la realidad hermosa del mundo que aparece desde arriba, llena de luz a los ojos del alma enamorada. Después que lo deja todo, vuelvo a encontrarlo enriquecido por los ojos y presencia del amado, que ya es suyo.
"Y en este dichoso día, no solamente se le acaban al alma sus ansias vehementes y querellas de amor que antes tenía, mas, quedando adornada de los bienes que digo, comiénzale un estado de paz y deleite y de suavidad de amor, según se da a entender en las presentes canciones, en las cuales no hace otra cosa sino contar y cantar las grandezas de su Amado, las cuales conoce y goza en él por la dicha unión del desposorio. Y así, en las demás canciones siguientes ya no dice cosas de penas y ansias, como antes hacía, sino comunicación y ejercicio de dulce y pacífico amor con su Amado, porque ya en este estado todo aquello fenece" (CB 14-15,2).
Al llamarle amado, y no darle un nombre particular, el alma está ligando su persona al que ha encontrado; es vida fundante de su vida, meta de sus afanes y ansias, entregándole lo que tiene y lo que es. Le llama mío, porque le pertenece, y le hace suyo, dándole su vida, descubriendo y recibiendo de él todas las cosas. El amado (Dios) transforma de tal modo los ojos y experiencia del amante que éste encuentra y redescubre así el conjunto de las cosas. Todo se hace Dios en ese plano, todo se hace amado; y no porque el amado se rebaje, sino al contrario, la experiencia de amor ensancha el corazón, dilata la mirada, y permite descubrir lo divino en cada criatura.
Si en el libro bíblico, la amada describe al amado de cuerpo entero (Cantares 5, 5-16), aquí San Juan de la Cruz introduce el cosmos como cuerpo del amado, el cuerpo cósmico. No desprecia o sustituye lo corporal físico humano, sino que lo amplía y eleva. El amado está ahí, como presencia insustituible, llenando nuestros ojos, enriqueciéndonos.
En los números 6, 7, 8.... el comentario va describiendo las montañas, los valles, las ínsulas y los ríos, y repitiendo un estribillo: Eso es mi amado para mí. No ahonda mucho, ni trata de explicar el símbolo, que se despliega y revela él mismo; la naturaleza misma se presenta como lugar y espacio, expresión y hondura de la experiencia de amor compartida. Es el amado quien señala y dirige al amante, con su amor, al mundo, haciéndole descubrir todas las cosas; todo lo que aquí se dice ya no pertenece sólo al amado: montañas, valles, ínsulas, aires, somos él y yo, tú, nosotros, vinculados en encuentro de amor.
Veamos entonces la siguiente canción: " La noche sosegada/en par de los levantes de la aurora/la música callada/la soledad sonora/la cena que recrea y enamora".
viernes, 22 de enero de 2021
NUEVAS MIRADAS AL CÁNTICO (2)
martes, 19 de enero de 2021
NUEVAS MIRADAS AL CÁNTICO...
Luego, también es importante tener presente que estamos en presencia de un poema de amor: ese es el tema que lo inspira, combinando (como el libro bíblico) el amor humano y el amor divino, tanto en sentido ascendente como descendente. Son dos líneas de lectura paralelas, pero inseparables para su plena comprensión. San Juan de la Cruz es un teólogo cristiano que ha sabido expresar, ante la Iglesia y ante todos, su propia visión del Evangelio en clave de amor; así lo ha reconocido la comunidad cristiana al nombrarle doctor de la Iglesia.
Esta vez he querido seguir las ideas que sobre el texto desarrolla el teólogo Xabier Pikaza, más cercanas al lenguaje cotidiano, y espero nos ayuden a entender mejor y aprovechar la lectura que vamos haciendo. El poema está dividido en cuatro bloques:
1. El primero (CB 1-12) nos sitúa en un plano de búsqueda que luego el mismo autor explica diciendo que se trata de la vía purgativa. El amor se entiende aquí como pregunta decidida y dolorosa: quien pretenda amar de verdad ha de hallarse dispuesto a dejarlo todo para seguir la voz del que le ha llamado y a buscar los ojos del que le ha mirado.
2. El segundo bloque (CB 13-21) describe el primer encuentro de los dos enamorados. A diferencia de la primera redacción del poema (CA), aquí aparecen unos signos y momentos que retardan el encuentro; se han visto los amantes y parece que todo está resuelto sobre un mundo ya transfigurado (13-15), pero es entonces cuando surgen las dificultades: las raposas y los cierzos, las ninfas y los miedos (16-21). El primer encuentro está lleno de sobresaltos; San Juan de la Cruz le llamará después vía iluminativa: sólo superando las dificultades de la unión se alumbra el amor y puede volverse transparente.
3. El tercer bloque (CB 22-33) nos habla ya del pleno encuentro; superadas las estrofas del miedo (los temores, desajustes y rupturas del diálogo primero de los enamorados), los amantes pueden encontrarse en paz perfecta sobre el huerto y lecho de la vida (22-24). El amor se vuelve así bodega de vino que transforma la existencia; es ejercicio de gozo permanente, en gratitud ilusionada. Esto es lo que San Juan de la Cruz ha presentado, usando la terminología de su tiempo, como vía unitiva.
4. El cuarto bloque (CB 34-40) despliega ante los ojos de los dos amantes un camino de culminación escatológica. Se cierra y abre así la historia humana, que el poeta simboliza con motivos de superación del gran diluvio (34). Los amantes han salido de la muerte y pueden recrear ahora su universo en clave de camino emocionado y siempre abierto, que les lleva a un futuro sin fin, hacia un fin sin frontera, en el amor de lo divino.
Hablemos un poco más del primer bloque, que ya leímos, en la mirada del autor que seguimos ahora:
La primera parte del Cántico, o primer bloque, trata de la búsqueda a nivel de iniciación. El amor comienza como una especie de "herida" que me duele, me sacude, me despierta. Antes no sabía, vivía como dormido, en las cosas cotidianas, en la inconsciencia, ocupando un lugar en el conjunto de la gran naturaleza. Mas que vivir, me vivían: familia, sociedad, trabajo y mundo me llenaban con sus gozos y dolores inmediatos. Y de pronto, alguien me ha herido, y en esa misma herida me descubro, me despierto, me hago consciente. Me descubro independiente (yo mismo, en la más honda y radical soledad) al mismo tiempo que dependiente, de aquel o aquella que ha encendido con su amor o con sus ojos una luz nueva para mi existencia.
Este es el momento del principiante: son aquellos que se deben purificar en el amor, que SJC ha llamado, ya dijimos antes, y siguiendo una tradición antigua, vía purgativa. Este es precisamente el purgatorio en el sentido radical de la palabra: una vez que nos adentramos en el camino del amor, este nos descoloca, rompe nuestras seguridades anteriores, nos desnuda, nos vacía, nos retuerce y enloquece. Todo lo que fue seguro se hace inseguro. Lo que era hogar se vuelve exilio; la riqueza es podredumbre. El que inicia el camino del amor se vuelve enfermo, con una enfermedad que no conoce más descanso y curación que el mismo encuentro de amor con el amado o amada.
Así pues, podemos decir que el principio del amor es enfermedad purificadora, una especie de crisis que nos recrea (nos vuelve a crear); solo a través de esta enfermedad, de este pasar por un fuego purificador, el ser humano puede encontrarse a sí mismo de forma renovada. Nace (renace) verdaderamente a la existencia. Sólo quien asume el dolor de este purgatorio y se mantiene fiel a su camino llega al cielo del amor completo.
En esta situación de búsqueda, principio o purgatorio nos sitúan las primeras doce estrofas del Cántico...
CB 1-3: Encuadre y situación. La enamorada llama a su amado (1), pide ayuda a los pastores (2), sale a buscarle por los campos (3).
CB 4-5: Diálogo con la naturaleza: La herida del amor permite mirar con ojos nuevos el mundo, en gesto de pregunta y de respuesta que resulta insuficiente para calmar sus ansiedades.
CB 6-9: Las quejas de amor. La herida se convierte en principio de conocimiento; la enamorada elabora un lenguaje nuevo, y al pedirle a su amado que se entregue (6), encuentra palabras para decirse (8) y decirle (9) de sus penas (7), reconociendo las razones de su enfermedad y sobresalto.
CB 10-12: Es la llamada. El mismo amor ofrece a la enamorada una palabra de reclamo. Por eso sale y grita, pide y manda, con la autoridad que le concede su nueva situación de persona trastocada. La enfermedad que padece, sin embargo, es el principio de una salud (salvación) más alta, como indica la súplica final de su camino de búsqueda (12).
LAS SEÑALES DEL NUEVO NACIMIENTO:
FRANCISCO HABLA DE TERESA
“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...