jueves, 14 de agosto de 2014

LA POESÍA DE SAN JUAN DE LA CRUZ

División de la obra poética del santo: esta división no la determinan la extensión de los versos, y tampoco razones cronológicas, sino razones de mayor envergadura (materia a comunicar, intencionalidad o condiciones de elaboración; manejo de fuentes, símbolos y métrica)

1. Poemas menores: romances, coplas, glosas… en estos textos hay testimonios excelentes de su labor divinizadora (el Pastorcico, Tras un amoroso lance, Por toda la hermosura). La etapa más fecunda de este género corresponde a los años pasados en Granada. Otras coplas y glosas presentan relaciones más laxas con las fuentes no religiosas: (La fonte, Vivo sin vivir en mí, Con arrimo y sin arrimo…). Y mayor aun es el grado de desvinculación de los Romances sobre el evangelio, de contenido teológico, acerca de los misterios fundamentales del cristianismo. En todos ellos se manifiesta la capacidad poética del santo para recoger, mezclar y potenciar sugerencias de origen diverso.

2. Poemas mayores: Cántico, Noche y Llama…. Es aquí donde se manifiesta su genio en el manejo de las fuentes. Si en los anteriores el vínculo con sus fuentes es más explícito, en estos no hay una referencia inequívoca a elementos religiosos. Aquí el hechizo poético de San Juan de la Cruz ha conseguido transformar las diversas herencias en un producto radicalmente nuevo. “Cuando la abeja ha hecho la miel, es ya inútil que nos preocupemos por el polen”. 

Tal resultado es el que los humanistas, los hombres de la vanguardia cultural renacentista, buscaban por la imitatio, concepto en torno al cual gira su programa de composición literaria. San Juan de la Cruz llega a él por otros caminos, no por el estudio detenido de los modelos y por la obediencia a lo estipulado en las preceptivas, sino por el de la perentoria necesidad de conseguir que la lengua alcance al corazón. Es el yo del poeta que pugna por expresar lo más íntimo….”. 

Muchos consideran el poema de la NOCHE OSCURA como la cima de la lírica sanjuanista, el más puro de sus tres grandes poemas, el que condensa la quintaesencia de la mística sanjuanista, pues es claramente un símbolo total. Símbolo fundamental de la existencia humana, indispensable para el hombre en cualquier situación histórica, a la vez que un símbolo de la fe cristiana.


Al calor de los versos del santo, le hace una pregunta Magdalena del Espíritu Santo: ¿Le daba Dios aquellas palabras que tanto comprendían y adornaban? Juan responde: Hija, unas veces me las daba Dios y otras las buscaba yo. 


A lo largo de los últimos siglos muchos han querido desentrañar el misterio que esconden los versos sanjuanistas; el mismo santo nos responde aquí, la inspiración lleva también el arduo trabajo del poeta, no es pura pasividad. Se tiene el talento, pero hay que trabajarlo y cultivarlo día a día (Talento y trabajo, inspiración y esfuerzo, don de Dios y búsqueda humana). 


San Juan de la Cruz no es poeta por casualidad ni a su pesar, sino por decisión consciente, surgida de lo que a él se le impone como estricta necesidad: superar las carencias manifiestas del lenguaje, de los hogares o de las plazas, así como el de los escritos de las academias, para expresar, comunicar y contagiar procesos de la experiencia personal, que el autor considera en primacía”. (Rev Esp. 196-197, p.373. Germán Vega)


FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...