Hace ya unos cuantos años, en la última década del pasado siglo, mientras celebraba el Carmelo Descalzo una fecha conmemorativa de santa Teresita, me impactó positivamente la lectura de "La verdadera infancia de Teresa de Lisieux. Neurosis y santidad", de Jean- Françoise Six, y preparé algunas charlas a partir de ese texto. Más de 20 años después recupero esos resúmenes con el propósito de compartirlos poco a poco en este blog.
La santidad de Teresa de Lisieux se ha presentado durante mucho tiempo como una realidad angélica vivida fuera del mundo, como un gustar anticipado del cielo, ajena a todo combate terrenal. Es decir, la santidad de Teresa se presentaba como un puro idealismo y una confirmación del idealismo. Pero fue la misma Teresa la que dijo: "Quiero pasar mi cielo haciendo bien en la tierra". Lejos de huir del mundo y de despreciarlo, la santa promete que hará de él, el escenario de su actividad después de su muerte. Es el polo opuesto de tantos cristianos para los que la tierra es vana, y el cielo el valor exclusivo.
Muchos biógrafos de Teresa de Lisieux olvidaron algo esencial en la historia de la santa: Lisieux. El lugar donde vivieron sus padres y hermanas, el lugar donde ella misma nació. Algunos dirán que Teresa vivió su vida prácticamente aislada, primero en el hogar familiar, y luego en el Carmelo; pero la influencia del entorno no por eso se dejó de sentir.
Lisieux en aquellos años era escenario de luchas encarnizadas entre realistas y republicanos: los primeros, clericales, antisemitas, públicamente practicantes; los segundos, anticlericales, frecuentemente agnósticos, a veces ateos. Existían dos periódicos en Lisieux que apoyaban cada uno, una de esas dos tendencias: Le Lexovien, republicano, y Le Normand, monárquico. En este último escribía y batallaba un farmacéutico de Lisieux muy católico y antisemita, Isidoro Guérin, tío y tutor de santa Teresita.
Por otra parte, en múltiples estudios se ha hablado de Teresita del Niño Jesús y de su infancia espiritual sin hablar realmente de la infancia de Teresita, Algunos dan a entender que hubo en ella algunos problemas, pero no se detienen mucho en ello, es un tema tabú. Sin embargo, hay variados documentos que hablan de ella, por ejemplo las cartas de su madre, pero ningún estudioso las utilizaba verdaderamente, o al hacerlo, manipulaba los datos para hacerles decir lo que no decían.
En el proceso de beatificación, María Martín, la hija mayor declara sin rodeos: "Sor Teresita del Niño Jesús me pareció desde su más tierna infancia como si hubiera sido santificada en el seno de su madre o bien como un ángel que el buen Dios hubiera enviado a la tierra en un cuerpo mortal. Lo que ella llama sus imperfecciones o sus faltas, no lo eran; jamás la vi cometer la más ligera falta". Pero Teresita misma contradice esas afirmaciones de su hermana. Doce días antes de entrar en el Carmelo, con 15 años, le dice a su hermana Paulina: "No soy perfecta; quiero llegar a serlo". Si ella misma declara que no es santa ni perfecta, ¿por qué obstinarse en presentarla de otra manera?
Hemos vivido con frecuencia mecidos en el dogma de la infancia como inocencia infusa; pero, infancia no es inocencia. Este apriorismo ha llevado a presentar la infancia de Teresita como un período sin problemas, y a Teresita como un ser perfecto. En su caso hay que subrayar que su infancia ha sido doblemente idealizada; al ser suya la doctrina de la infancia espiritual, se ha transferido la infancia como edad de vida a la infancia como modelo de vida espiritual. Así, se han malinterpretado las palabras de Jesús: "Si no se hacen como niños, no entrarán en reino de los cielos"; esto no significa copia del niño real, con lo que tiene de credulidad y pasividad, de dependencia e irresponsabilidad, justificando así la fe del carbonero, la obediencia ciega, rechazando la lucidez y el sentido crítico, las preguntas y las búsquedas personales. De esta manera, infancia espiritual ha podido convertirse en sinónimo de repulsa de la realidad, conservadurismo y cobardía.
Pero las palabras de Jesús deben ser tomadas por lo que son: símbolo de vida y de esperanza. Se trata de nacer de nuevo, de rechazar la nostalgia, la insipidez, el derrotismo. Es tener la certeza de que la vida y la aventura humana tienen un sentido, de que las esperanzas fundamentales de la humanidad tendrán la última palabra.
(Cont...)