martes, 30 de agosto de 2022

NOTAS SOBRE LA INFANCIA DE TERESA DE LISIEUX (5): PRIMEROS PASOS

La pequeña Teresa comienza bien, promete ser fuerte; pero para Celia siempre la muerte es una posibilidad, pues ya se ha llevado a tres de sus hijos. Comienza a darle el pecho y luego se ayuda con el biberón, pero Teresa deja de mamar y solo come leche espesada con pan. Da malas noches, y a principios de marzo una crisis de enteritis asusta a la familia. La tía religiosa hace votos de que, si se cura, le pondrás por nombre Francisca; pero Celia se niega a ello, asegurando: no estoy decidida a dar a mi pequeña otro nombre que el de Teresa.

La niña se recupera, pero Celia expresa el temor de que pueda ser castigada por no querer seguir el consejo de su hermana. El médico aconseja la lactancia natural y Celia Martín piensa en la pequeña Rosa que fue nodriza de sus dos hijos fallecidos. Esta la lleva a su casa, pero siguen las crisis de enteritis. María también cae enferma en esos días, con fiebre alta, y otra vez siente Celia que Dios quiere probarla. Luis está desolado.

A mediados de mayo María mejora, y Teresa está con Rosa Taillé, su nodriza. Rosa lleva a veces a Teresa los domingos a casa de sus padres; por ejemplo, el 5 de mayo, llega con Teresa, la pone en brazos de su madre y se va a misa, pero Teresa rehúsa los brazos maternales. Así lo cuenta la propia Celia en varias ocasiones. El primer despertar de Teresa a la vida tiene por tanto lugar en el campo. en una granja; crece muy bien, aunque lejos de su madre, habituada más al campo que a la ciudad.

Esta primera experiencia de Teresa con su nodriza deja una huella profunda, porque el tiempo que pasa con Rosa es vital para su sobrevivencia. A Celia la leche de la nodriza le parece Demasiado vieja, pero Teresa, que había rechazado el seno de su madre, mama “con todas las ganas” del pecho de Rosa. Luego, en su itinerario, encontraremos constantes referencias a las flores, y de modo particular, a la rosa; de modo particular el deseo final de Teresas de hacer caer sobre la tierra (que se presenta en su familia como un valle de lágrimas y muerte) una “lluvia de rosas”.

Finalmente, el 2 de abril de 1874 regresa a la casa familiar con 15 meses de edad; durante más de un año ha vivido en una atmósfera diferente a la que a partir de entonces conocerá. De una granja humilde, con una sola vaca, y los cuatro hijos de Rosa (el menor tiene un año más que Teresa), llega a una casa de ciudad limpia y arreglada. Allá tenía campos para correr, y aquí habitaciones limitadas; allá cuatro niños y aquí cuatro niñas.

Cuando Teresa llega a casa, después de más de un año de ausencia, es vivamente esperada. Su madre, desea mucho verla, tenerla al fin en casa, mimarla. No tiene aun 2 años Teresa cuando se le enseña a rezar; así lo cuenta Celia en sus cartas: “Ya sabe rezar a Dios. Todos los domingos va a la función de vísperas”.

A principios de agosto de 1875 María deja el pensionado de Mans, y en adelante se quedará en casa con la familia; tiene 15 años y su madre la inicia en los encajes. Pero también María si ocupará de cuidar a sus hermanas; ya antes de dejar el convento había relatado un reglamento para la educación de sus hermanas: ejercicios y horarios, método, educación, preocupaciones espirituales. Ya en casa, aplica el reglamento con la entereza de carácter que la distingue: severa e incluso brutal a veces con Leonia; tenazmente aplicada con Celina, a la que enseña a leer y escribir; más indulgente, aunque rigorista, con Teresa.


Así, en la convivencia con sus hermanas, se van perfilando algunos rasgos importantes de Teresa:

1. Ya la benjamina quiere superar a sus hermanas tratando de imitarlas en cuanto ellas hacen (competitiva); primero a Celina que está aprendiendo a leer. Sabe emplear grandes medios para persuadir cuando quiere alcanzar algo, y expresa en todo, una voluntad tenaz. Una de las cartas de Celia a Paulina describe a Teresa como “buena maligna y encantadora a la vez”.

2. Otro rasgo de carácter de Teresa, tal vez el primero en importancia, es su testarudez; no cede fácilmente, y para alcanzar algo nada la detiene. Y si no se sale con la suya, ¡Qué rabietas! se tira por el suelo como una desesperada. “Hay momentos en que es más fuerte que ella, se siente ahogada, es una niña muy nerviosa”, le escribe Celia a Paulina. La misma Celia dirá: “tiene una inteligencia superior a Celina, pero es mucho menos dulce y sobre todo de una testarudez casi invencible; cuando dice no, nada puede hacer que ceda. Aunque la encerraran en la bodega, todo el día dormiría allí antes que decir que sí”.

3. Está obstinación de Teresa va acompañada de una gran sensibilidad. Teresa evidentemente tiene miedo a quedarse sin el afecto de los suyos; se pierde, por ejemplo, en innumerables perdones, se emociona fácilmente, llora con facilidad. A la vez se da cuenta de hasta qué punto es admirada por todos, y adopta un aire de princesa indiferente. María la describe como “traviesa y fina”; “es una pequeña mártir, tan acostumbrada a las caricias que apenas les presta atención”.

Ya a Teresita, con 4 años, le enseñan el famoso método de las “prácticas”: actos de virtud cuya cuenta se lleva en un pequeño Rosario. Esto la apasiona, es una niña llena de ingenio y de vitalidad, pero también de fuerza agresiva. La víspera de cumplir tres años demuestra un interés apasionado por una muñeca, pero al punto la destruye con impaciencia, y termina enterrándola.

Jean Francoise Six hace un análisis psicológico de estos datos, que tomamos con prudencia, y concluye diciendo: A través de estos relatos de infancia puede verse que Teresa, la benjamina, demuestra en aquel ambiente morboso, que es la familia Martín, un afán de sobrevivir realmente extraordinario. El rigorismo de María y la angustia de la madre no logran impedir que se abra pasó en la vida con una obstinación y agresividad poco corrientes. Al mismo tiempo experimenta verdadera culpabilidad, que se refleja claramente en la prisa por acusarse de los pecadillos (“ella está allí como un criminal que espera su condena”); culpabilidad que viene de la ambivalencia en que se encuentra: quiere vivir y para ello ha de alejarse de los instrumentos de muerte; está dividida entre el deseo de conservar a su madre y aquel otro, para vivir, de perderla. Ella es esa muñeca, a la que quiere ver vivir y andar y a la vez desea también ver muerta y enterrada.
(Continúa)

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...