“Tornando a nuestro hermoso y deleitoso castillo, hemos de ver cómo
podremos entrar en él. Parece que digo algún disparate; porque si este castillo
es el ánima claro está que no hay para qué entrar, pues se es él mismo… Mas
habéis de entender que va mucho de estar a estar; que hay muchas almas que se
están en la ronda del castillo que es a donde están los que le guardan, y que
no se les da nada de entrar dentro ni saben qué hay en aquel tan precioso lugar
ni quién está dentro ni aun qué piezas tiene. Ya habréis oído en algunos libros
de oración aconsejar al alma que entre dentro de sí; pues esto mismo
es”.
“Me dijo hace un gran letrado que son las almas que no tienen oración
como un cuerpo con perlesía o tullido, que aunque tiene pies y manos no los
puede mandar; que así son, que hay almas tan enfermas y mostradas a estarse en
cosas exteriores, que no hay remedio ni parece que pueden entrar dentro de sí;
porque ya la costumbre la tiene tal de haber siempre tratado con las sabandijas
y bestias que están en el cerco del castillo, que ya casi está hecha como
ellas, y con ser de natural tan rica y poder tener su conversación no menos que
con Dios, no hay remedio”.
“A
cuanto yo puedo entender, la puerta para entrar en este castillo es la
oración y consideración, no digo más mental que vocal, que como sea oración
ha de ser con consideración; porque la que no advierte con quién habla y lo que
pide y quién es quien pide y a quién, no la llamo yo oración, aunque mucho
menee los labios… quien tuviese de costumbre hablar con la
majestad de Dios como hablaría con su esclavo, que ni mira si
dice mal, sino lo que se le viene a la boca y tiene deprendido por hacerlo
otras veces, no la tengo por oración, ni quiera Dios que ningún
cristiano la tenga de esta suerte…”.
Teresa de Jesús
Primeras Moradas