martes, 17 de septiembre de 2013

SAN ALBERTO DE JERUSALÉN

Nacido hacia la mitad del siglo XII en la ciudad de Castel Gualtieri en Emilia (Italia), ingresó en los Canónicos Regulares de la Santa Cruz de Mortara (Pavía), y fue su prior en 1180. Obispo de Bobbio en 1184, es trasladado al año siguiente a Vercelli, donde gobernó durante veinte años. Durante este período desempeñó, con firmeza y prudencia, misiones de alcance nacional e internacional. Fue mediador de paz entre las ciudades de Pavía y Milán en 1194 y entre las ciudades de Parma y Piacenza cinco años después. En 1191 celebró un sínodo diocesano de gran valor en la parte disciplinar, que ha continuado sirviendo de norma hasta los tiempos modernos. Desarrolló también una gran actividad legislativa a favor de las órdenes religiosas: dictó los estatutos para los canónicos de Biella y se cuenta entre los consejeros para la regla de los Humillados.
Fue elegido en 1205 Patriarca de Jerusalén y poco después nombrado legado papal para la provincia eclesiástica de Jerusalén. Llegó a Palestina a principios de 1206 y fijó su residencia en Accon (Acre), al estar Jerusalén ocupada por los sarracenos. En Palestina desarrolló una notable actividad de pacificación no sólo entre los cristianos, sino también entre éstos y los no cristianos, y realizó su misión con gran energía. Durante su patriarcado, reunió en comunidad a los ermitaños del Monte Carmelo y les dió una Regla. El 14 de septiembre de 1214, durante una procesión, Alberto fue asesinado a puñaladas por el Maestro del Hospital del Espíritu Santo, al cual había reprendido y depuesto de su cargo por su mala vida.
Su espiritualidad

Por los años 1206-1209, a petición de los eremitas que moraban en el Monte Carmelo, entregó al "hermano B (rocardo) y compañeros" una Norma de vida o Regla, que llamamos "Regla de San Alberto".

Alberto codificó en breves trazos, ricos en citas bíblicas, la tradición monástica del Carmelo. Son normas concretas y prescripciones disciplinares, que insisten, sobre todo, en la meditación de la Palabra de Dios para mejor servir a Jesucristo, en la oración, silencio,´ disciplina y trabajo.

La entregó en un solo cuerpo, pero hoy la tenemos dividida en un prólogo, dieciocho capitulillos y un epílogo.

Cantidad enorme de autores de dentro y fuera de la Orden han comentado durante estos más de siete siglos que cuenta de vida, este maravilloso documento legislativo-espiritual.

Muchos hombres y mujeres se santificaron observando esta Regla, que fue aprobada y renovada por varios Pontífices.

El himno antiguo del Oficio de Lecturas de su fiesta sintetizaba así su espiritualidad:

Alberto, sol refulgente, / pastor y legislador, / tus hijos hoy te celebran, / escucha su invocación./ De la paz y la concordia, Imensajero sembrador,/ eres faro que nos das / en fe y costumbres fulgor. / Patrias fronteras rebosa / de tu virtud el olor; / y llena Jerusalén / tu dignidad y tu honor./ Resplandeciendo en la Iglesia/santo y prudente rector, len santa Regla al Carmelo / guias por sendas de amor. / Haz que en nosotros aumenten / caridad, gracia, oración; / y contigo a Dios rindamos / sempiterna adoración. Amén

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...