La gran empresa que Teresa ha propuesto a su grupo de pioneras, y ahora propone a nosotros, sus lectores, es la ORACIÓN. Más exactamente, la oración continua: "que oremos sin cesar". Pero no en el sentido del famoso Peregrino ruso, buscando fórmulas y técnicas para ocupar, sin interrupción, los labios, el pensamiento, los latidos del corazón, sino para modelar la vida del grupo. Que todas sean comunidad orante. Y cada una viva el ideal contemplativo de soledad, silencio, paz y experiencia de Dios.
Por eso mismo, Teresa no comienza proponiendo métodos de oración o reglas de meditación que regulen o eduquen el acto de orar. Comienza por la vida. Dar temple al acero de la vida orante. No solo porque lo requiere así la "gran empresa" del castillo y los soldados esforzados del capítulo tercero de Camino, sino porque "regalo y oración no se compadecen". Es decir, la vida de una comunidad orante es incompatible con el confort y la comodidad. Norma básica de vida para el grupo es la Regla del Carmelo. Regla de anacoretas. Aunque sólo sea de refilón. Teresa recuerda a sus lectores ciertas consignas ascéticas de esa ley básica: "ayunos, disciplinas, silencio".
Pero no es eso lo que en definitiva plasmará la vida y la esponjará de oración, adoración, contemplación, alabanza de Dios e intercesión por los hombres. Lo que se requiere como presupuesto y cimiento son "virtudes". Virtudes evangélicas. Solo ellas serán capaces de remodelar "lo interior y exterior" del orante. Y lo mismo, lo interior y exterior del grupo. Sin ellas, será posible hilvanar unas cuantas prácticas de oración, pero no poner en marcha la vida. "Tan necesarias, que... si no las tienen es imposible ser muy contemplativas, y cuando pensaren que lo son, están muy engañadas".
¿Cuáles son las virtudes que Teresa propone?
"La una es AMOR de unas con otras; otra, DESASIMIENTO de todo lo criado; la otra, la verdadera HUMILDAD, que aunque lo digo a la postre, es la principal y las abraza a todas".
Más adelante añadirá una cuarta: la FORTALEZA, que llamará "determinada determinación".
(Tomado de los comentarios a CAMINO, de Tomás Álvarez, ocd)