martes, 29 de octubre de 2019

CAMINANDO CON TERESA (6): LIBRES PARA SEGUIR A CRISTO...

Seguimos haciendo el CAMINO con Teresa, compartiendo lectura y reflexión de esta propuesta de vida, fraternal y orante, como modo de seguimiento de Jesús, en su Iglesia. Ahora Teresa propone y comenta la segunda virtud del orante: DESASIMIENTO, romper amarras, renunciar, con un propósito claro en ello: una mayor LIBERTAD. Teresa se inspira en palabras del Maestro: "Si no lo dejan todo, no pueden ser mis discípulos"; "El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí"; "Quien deje casa o padre o madre o hermanos, por mí, recibirá cien veces más...". Teresa no se ha inventado esta ruta, sólo la interpreta. 

 Desasirse es lo contrario de estar asido, sujeto, amarado; la cuestión está en poseer cosas sin ser poseídas por ellas, y en el caso de las personas, amar sin caer en la cárcel del amor, sin crear dependencias que quiten la libertad interior. Lo que dijo antes: un amor puro, sin afán posesivo, que busca darse... Teresa no habla de esfuerzos penitenciales titánicos, pero propone dos cosas: una profunda necesidad de libertad interior (no solo exterior), y la absoluta necesidad de entregarse uno mismo sin reservas. Habla de dar lo que se es (el todo de la persona) y no solo dar lo que se tiene (las partes). 

"Vuestra soy/ para vos nací/¿qué queréis, Señor, de mí?"

 Entre esos desasimientos que propone Teresa, luego de alertar acerca de el  ladrón y las cadenas que llevamos dentroesta el de los deudos o parientes, el del cuidado exagerado del propio cuerpo o de la salud, y finalmente también desasirse del temor a la muerte. A esto dedicará los capítulos 8,9,10 y 11; capítulos cortos, en los que encontramos ideas y frases con mucha luz para el camino del que busca a Dios.

 En relación con deudos y parientes, Teresa escribe con la experiencia de su vida en el monasterio de la Encarnación, en los que estos andaban por sus anchas y creaban un ambiente poco propicio para las religiosas y sus obligaciones. Con el transcurso de los años Teresa suavizará su visión de este tema, pues encontrará laicos  que serán su apoyo en la obra fundacional del nuevo Carmelo, y además tratará cercanamente con sus hermanos y otros parientes. Aún así no cambiará sus convicciones respecto al tema: la consigna evangélica del desasimiento total para el seguimiento de Cristo y la necesidad de cortar dependencias humanas profundas, para alcanzar la libertad adulta y un amor maduro, para entregarse de verdad a Dios


Luego Teresa propone una sugestiva imagen, la del ladrón interior, porque el ladrón y las cadenas los llevamos dentro de nosotros, y con estas amarras interiores queda prisionera la libertad del hijo de Dios. El ladrón se adueña de los tesoros, de esa caja de caudales que es la persona. Es importante afinar la mirada, y aprender a distinguir desde la humildad cristiana, el "andar en verdad" teresiano. Reconocer el propio egoísmo, las dependencias, los deseos, los miedos; raramente somos "señores de nosotros mismos", aunque presumamos de ello.

Teresa habla de educar el cuerpo, y lo pone por delante; en Vida había escrito: "No somos ángeles, sino tenemos cuerpo" (22,10). Ahora dirá que el cuerpo es el hombre exterior, pero no tiene dudas de que forma parte esencial de la persona, y necesita ser saneado y liberado, no menos que el alma. Dice: "Este cuerpo tiene una falta, que mientras más le regalan, más necesidades descubre" (11,2). No se trata de agobiar al cuerpo y los sentidos con penitencias y ayunos descomunales, sino de educar el espíritu para que no se deje  rendir a las presiones del cuerpo. Para ello, aconseja en 10,2 y 10,5: altos pensamientos y no ser tan regaladas. 

"¡Determínense, hermanas, que vienen a morir por Cristo, no a regalarse por Cristo!"

Luego está la enfermedad, que Teresa conoce bien, porque ha estado enferma siempre, con dolores y achaques, y por ello tiene muy presente la tiranía de la enfermedad, que limita y diezma la libertad interior.  Sabe también del miedo a la muerte, "a la que yo siempre temía mucho" (Vida 38,5). Pero ella ha crecido en estas cosas y por ello aconseja, trazando una línea divisoria entre las enfermedades graves y los achaques de cada día (dirá irónicamente: "las flaquezas y malecillos de mujeres", en 11,2). Dirá que es imperfección estarse quejando siempre (11,11),  y también que "pobres y regaladas, no lleva camino" (11,3). No puede convertirse el propio cuerpo y los achaques en el centro de la vida de la persona, porque "si nos determinamos a tragar de una vez la muerte y la falta de salud, nunca haremos nada" (11,4).

 Finalmente habla del miedo a la muerte (11,5): "Procurad no temerla"; "Dejaros toda en Dios, venga lo que viniere.... (seguir leyendo). Ver también su testimonio en Vida 38,5: "Quedóme poco miedo a la muerte...". Una educación espiritual cristiana que no encamine a esa victoria definitiva sobre el miedo, la angustia, etc, en relación con la muerte, no sería evangélica. 

 Volverá sobre el tema en el siguiente capítulo: "De cómo ha de tener en poco la vida el verdadero amador de Dios"; quiere seguir a San Pablo en aquello de: "En la vida y en la muerte somos del Señor"; y Teresa lo expresa en una de sus frases más célebres:


"¡Oh muerte, muerte, no sé quién te teme, pues en ti está la vida"

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...