jueves, 12 de junio de 2014

CAMINO DE LIBERTAD: "TODA MI CONFIANZA EN DIOS".

El capítulo 9 del Libro de la Vida trae el relato del desenlace del drama que por tantos años vivió Teresa. Para ello centra nuestra atención en dos acontecimientos decisivos:

a. Su encuentro con Cristo en una imagen, que le hace revivir la historia evangélica de la Magdalena.
b. Su encuentro con San Agustín en su libro de las Confesiones, que le hace evocar la conversión del santo africano.

Teresa dirá "ganó fuerzas mi alma"; a partir de aquí el relato pasa de la historia exterior a la interior: conversión de Teresa, oración y vida nueva. Llueven los regalos de Dios. Esto ocurre a finales de 1554, y tenía Teresa 39 años.
 Leamos el relato de Teresa, fundamental en su conversión: 

"Pues ya andaba mi alma cansada y, aunque quería, no le dejaban descansar las ruines costumbres que tenía. Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle". (9,1)

Teresa, que era muy devota de la Magdalena, toma a esta figura bíblica como modelo de su propia conversión, y como muchas veces le había tomado como intercesora, siente que en este acontecimiento "le aprovechó más", y vuelve a insistir en la razón con que  cerraba el capítulo anterior: 

"Estaba ya muy desconfiada de mí y ponía toda mi confianza en Dios".

Teresa no quiere que esta vez sea como las anteriores, está determinada a poner de una vez su vida en manos de su Señor, y recuerda: 

"Me parece le dije entonces que no me había de levantar de allí hasta que hiciese lo que le suplicaba. Creo cierto me aprovechó, porque fui mejorando mucho desde entonces".


Otro acontecimiento, muy cercano a este, fue el hecho de que cayera en sus manos el libro de las Confesiones de san Agustín, que en aquellos días tenía su primera edición española. No fue para Teresa algo casual: "Parece el Señor lo ordenó, porque yo no las procuré, ni nunca las había visto". Teresa había estado en el monasterio de las monjas agustinas de Ávila, era devota de este santo, en especial, dice ella "por haber sido pecador; que en los santos, después de serlo, el Señor tornó a Sí, hallaba yo mucho consuelo, pareciéndome en ellos había de hallar ayuda" (9, 7).

Así lo relata Teresa:


"Como comencé a leer las Confesiones, me parece me veía yo allí. Comencé a encomendarme mucho a este glorioso Santo. Cuando llegué a su conversión y leí cómo oyó aquella voz en el huerto, no me parece sino que el Señor me la dio a mí, según sintió mi corazón. Estuve por gran rato que toda me deshacía en lágrimas, y entre mí misma con gran aflicción y fatiga.
¡Oh, qué sufre un alma, válgame Dios, por perder la libertad que había de tener de ser señora, y qué de tormentos padece! Yo me admiro ahora cómo podía vivir en tanto tormento. Sea Dios alabado, que me dio vida para salir de muerte tan mortal". (9, 8)

Teresa descubre que este camino de oración y amistad con Jesús, de arrepentimiento y conversión, es definitivamente un camino de libertad.

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...