martes, 3 de junio de 2014

TERESA, PELEANDO ENTRE DOS AGUAS....

Seguimos leyendo el capítulo 8 de VIDA
Teresa anima a todos a no rendirse ante las dificultades que encuentran cuando deciden emprender el camino de la oración. Ella pone como ejemplo su propia persona, y pregunta: 

"Pues si a cosa tan ruin como yo tanto tiempo sufrió el Señor, y se ve claro que por aquí se remediaron todos mis males, ¿qué persona, por malo que sea, podrá temer? Porque por mucho que lo sea, no lo será tantos años después de haber recibido tantas mercedes del Señor. Ni ¿quién podrá desconfiar, pues a mí tanto me sufrió, sólo porque deseaba y procuraba algún lugar y tiempo para que estuviese conmigo, y esto muchas veces sin voluntad, por gran fuerza que me hacía o me la hacía el mismo Señor? Pues si a los que no le sirven sino que le ofenden les está tan bien la oración y les es tan necesaria, y no puede nadie hallar con verdad daño que pueda hacer, que no fuera mayor el no tenerla, los que sirven a Dios y le quieren servir ¿por qué lo han de dejar? Por cierto, si no es por pasar con más trabajo los trabajos de la vida, yo no lo puedo entender, y por cerrar a Dios la puerta para que en ella no les dé contento". (8, 8)

"Para estas mercedes tan grandes que me ha hecho a mí, es la puerta la oración. Cerrada ésta, no sé cómo las hará; porque, aunque quiera entrar a regalarse con un alma y regalarla, no hay por dónde, que la quiere sola y limpia y con gana de recibirlos. Si le ponemos muchos tropiezos y no ponemos nada en quitarlos, ¿cómo ha de venir a nosotros? ¡Y queremos nos haga Dios grandes mercedes!". (8, 9)

Teresa advierte ademas , que debemos guardarnos de las ocasiones de pecado, pues trabaja mucho el demonio para sacarnos de este camino.

"Tantos enemigos nos combaten y tantas flaquezas hay en nosotros para defendernos" 
(8, 10).
Teresa, a la par que nos habla encarecidamente de la oración y de lo que pudo en ella, y puede en todos los que deciden andar por este camino, nos describe su vida en aquellos tiempos, "la cautividad que en estos tiempos traía mi alma", y recuerda:

"De hablar de Dios u oír de El casi nunca me cansaba, y esto después que comencé oración. Por un cabo tenía gran consuelo en los sermones, por otro me atormentaba, porque allí entendía yo que no era la que había de ser...". (8, 12)

Y entre intentos y súplicas, poco a poco fue entendiendo la razón de su incapacidad para entregarse definitiva y totalmente a Dios: Debía faltar de no poner en todo la confianza en su majestad y perderla de todo punto en mí.
La experiencia de esta mujer es la experiencia de todos nosotros, la lucha entre verdad y mentira, entre bien y mal, entre luz y tinieblas, entre exterioridad e interioridad, entre hombre nuevo y hombre viejo. Es el camino ascendente hacia el monte de la perfección. Es el sendero de la santidad, que no se conquista con las armas del mundo, sino que se recibe de Dios gratuitamente. Teresa está aquí redescubriéndose a sí misma, y redescubriendo a Dios. Comprende finalmente su incapacidad para salir a flote, y se abandona en fe a las aguas tumultuosas, para sentir entonces la mano amiga de Jesús que le viene a decir: Yo soy la Vida.


"Buscaba remedio; hacía diligencias; mas no debía entender que todo aprovecha poco si, quitada de todo punto la confianza de nosotros, no la ponemos en Dios. Deseaba vivir, que bien entendía que no vivía, sino que peleaba con una sombra de muerte, y no había quien me diese vida, y no la podía yo tomar; y quien me la podía dar tenía razón de no socorrerme, pues tantas veces me había tornado a Sí y yo dejádole" (8, 12)

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...