jueves, 5 de junio de 2014

TERESA EN PENTECOSTÉS

En la liturgia y el léxico teresiano, Pentecostés es la fiesta del Espíritu Santo o la “Pascua del Espíritu Santo”. Para Teresa son tres las Pascuas: Resurrección, Pentecostés y Navidad. La santa celebra cada año con especial intensidad la fiesta del Espíritu Santo y su octava. Y si revisamos su itinerario interior, encontramos tres momentos importantes vinculados a esta fecha:
En primer lugar, lo que narra Teresa en Vida 38, 9, y que compartimos a continuación: 

“Estaba un día, víspera del Espíritu Santo, después de misa. Fuime a una parte bien apartada, adonde yo rezaba muchas veces, y comencé a leer en un Cartujano esta fiesta. Y leyendo las señales que han de tener los que comienzan y aprovechan y los perfectos, para entender está con ellos el Espíritu Santo, leídos estos tres estados, parecióme, por la bondad de Dios, que no dejaba de estar conmigo, a lo que yo podía entender. Estándole alabando y acordándome de otra vez que lo había leído, que estaba bien falta de todo aquello, que lo veía yo muy bien, así como ahora entendía lo contrario de mí, y así conocí era merced grande la que el Señor me había hecho. Y así comencé a considerar el lugar que tenía en el infierno merecido por mis pecados, y daba muchos loores a Dios, porque no me parecía conocía mi alma según la veía trocada. Estando en esta consideración, diome un ímpetu grande, sin entender yo la ocasión. Parecía que el alma se me quería salir del cuerpo, porque no cabía en ella ni se hallaba capaz de esperar tanto bien. Era ímpetu tan excesivo, que no me podía valer y, a mi parecer, diferente de otras veces, ni entendía qué había el alma, ni qué quería, que tan alterada estaba. Arriméme, que aun sentada no podía estar, porque la fuerza natural me faltaba toda.
Estando en esto, veo sobre mi cabeza una paloma, bien diferente de las de acá, porque no tenía estas plumas, sino las alas de unas conchicas que echaban de sí gran resplandor. Era grande más que paloma. Paréceme que oía el ruido que hacía con las alas. Estaría aleando espacio de un avemaría. Ya el alma estaba de tal suerte, que, perdiéndose a sí de sí, la perdió de vista.
Sosegóse el espíritu con tan buen huésped, que, según mi parecer, la merced tan maravillosa le debía de desasosegar y espantar; y como comenzó a gozarla, quitósele el miedo y comenzó la quietud con el gozo, quedando en arrobamiento.
Fue grandísima la gloria de este arrobamiento. Quedé lo más de la Pascua tan embobada y tonta, que no sabía qué me hacer, ni cómo cabía en mí tan gran favor y merced. No oía ni veía, a manera de decir, con gran gozo interior. Desde aquel día entendí quedar con grandísimo aprovechamiento en más subido amor de Dios y las virtudes muy más fortalecidas. Sea bendito y alabado por siempre, amén”. (Vida 38, 9-11)

El segundo momento importante en la vida de Teresa, aparece narrado en sus Relaciones (67), y ocurrió años más tarde que la primera, una víspera del Espíritu Santo, en la ermita de Nazaret de San José de Ávila. Fue en esta ocasión en la que, suspendido el Espíritu, recibe Teresa sus célebres “cuatro avisos a los Padres Descalzos”.

Finalmente, en una fecha intermedia a las dos anteriores, hay una tercera experiencia vinculada a Pentecostés, “segundo día de la Pascua del Espíritu Santo”, después de oír misa; Teresa, por inspiración, hace voto de obedecer en todo al P.Gracián, a pesar de la enorme resistencia que sentía interiormente. Era un 23 de mayo de 1575.

(Ideas tomas del "Diccionario de santa Teresa de Jesús", artículo de Tomás Álvarez".

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...