El P. Thomas Keating, monje cisterciense ya fallecido, reconocido internacionalmente por su labor a favor de la vida contemplativa, escribiò un pequeño folleto de menos de cien pàginas sobre Teresa de Lisieux; de este texto tomamos algunos fragmentos para trabajarlos hoy en nuestro Cìrculo de lectura:
La Vida de Santa Teresita del Niño Jesús
Teresita Martin nació en Alencón, Francia, el jueves, 2 de enero de 1873. Pertenecía a una
familia de nueve hermanos, de los cuales solamente sobrevivieron cinco mujeres. Su padre, Luis, era relojero y orfebre, y su madre, Zelie, llevaba un taller de encajes (eran famosos los tejidos de Alencòn). Antes de casarse, los dos habían planeado ingresar a la vida religiosa (se casaron a una edad tardìa, a insistencia de sus familias).
Teresita perdió a su amada madre en 1877, víctima de cáncer de seno y, según ella misma
relata, creció llegando a ser una niña de una voluntad fuerte y un tanto mimada. Cuando tenía nueve
años, en 1882, su “segunda mamá”, su hermana mayor Paulina, entró al Carmelo de Lisieux, dejando a Teresita sola de nuevo. Teresita, siempre enfermiza y frágil, fue sanada de una enfermedad grave cuando tenía diez años mediante una visión de la sonrisa de la Santísima Virgen María. En 1886, María, la hermana de Teresita se unió también al Carmelo de Lisieux (su hermana
Leona, entraría màs tarde al convento de las Clarisas). Teresita empezó a sentir ella misma el llamado y al año
siguiente recibió el permiso de su padre para entrar al Carmelo.
Poco despuès de la entrada de Teresa, su padre sufrió una serie de ataques cerebrales que destruyeron su salud mental y física, y en 1892 Luis Martín regresó de Caen, inválido, y viviendo en la casa de la familia de su difunta esposa. (Moriría el 29 de julio de 1894, cuidado por Celina, su cuarta hija, que acabarà luego entrando tambièn al convento)).
Teresita hizo la profesión de sus votos perpetuos en septiembre de 1890. En 1893, se le
permitió permanecer en el noviciado, donde escribió su primera obra (sobre Juana de Arco) en enero de 1894. En septiembre, su hermana Celina entró al Carmelo de Lisieux y un año más tarde le
siguió su prima María Guérin. Durante este período, Teresita (comenzó a escribir los recuerdos de su vida y experiencia en el Carmelo, que màs tarde serìan publicados bajo el tìtulo de) Historia de un Alma.
En abril de 1896 sufriò su primera hemoptisis, y cayó seriamente enferma alrededor de la misma
época un año más tarde. La transfirieron a la enfermería del monasterio el 8 de julio de 1897. Murió
el jueves, 30 de septiembre y fue sepultada en el cementerio de Lisieux.
Un año después de su muerte, se imprimieron dos mil copias de la Historia de un Alma y
el libro cobró popularidad inmediatamente. Teresita fue beatificada por Pío XI en 1923 y canonizada dos años después. En 1980, Juan Pablo II hizo un peregrinaje a Lisieux y más adelante la declaró Doctora de la Iglesia.
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Desde mi punto de vista, Santa Teresita es la figura clave en la recuperación de la dimensión contemplativa del Evangelio en nuestros tiempos, un proceso que se necesita desesperadamente en la comunidad cristiana y que solamente está recién empezando a echar raíces. Teresita manifiesta una penetración extraordinaria en el corazón de las enseñanzas de Jesús sobre el Reino de Dios, así como un programa preciso para extenderlo a la vida cotidiana. Ella comprendió y participó profundamente en la experiencia de Jesús de la Realidad Suprema como Abba, una palabra tierna y amorosa para dirigirse al Padre.
El libro de Thomas Keating va poniendo en paralelo seis paràbolas de Jesùs con las ideas y enseñanzas de Santa Teresita. A partir de ahì, nos propone ideas importantes para la vivencia contemplativa del Evangelio. Comparto algunas de ellas:
1. La Paràbola del fariseo y el publicano en el templo: Jesús dice que el recaudador de impuestos volvió a su casa justificado, lo que quiere decir que todos sus pecados fueron perdonados, pero no así el fariseo. Esto significa que los lugares sagrados no son esenciales para que alguien pueda entrar al Reino de Dios. En las enseñanzas de Jesús, el lugar sagrado es donde estás. Está en la vida diaria ordinaria. La idea de que el lugar sagrado está justamente donde te encuentras es una revolución en el concepto popular de lo sagrado. Hay lugares tales como iglesias y santuarios, donde nos renovamos espiritualmente, donde escuchamos la voz de Dios y donde podemos tener experiencias espirituales. Pero, de acuerdo con ésta parábola, esos no son los lugares usuales donde se lleva a cabo la transformación. Nuestras reacciones en la vida diaria son la medida de la profundidad de nuestra oración y del poder que ella nos da. Para la mayoría de la gente, la vida diaria del mundo seglar es el sitio donde tiene lugar la transformación en Cristo. Al igual que el fariseo, uno puede estar en la vida religiosa y no ser transformado. Es la acción oculta del reino de Dios que trabaja no sólo en circunstancias externas, sino a través de un cambio radical en nuestras actitudes. Esto es lo que es la transformación. No es ir a una peregrinación o entrar en un estado especial de vida. Es cómo vivimos donde estamos y lo que hacemos en esas circunstancias. Lo que Teresita llamaba “el Caminito” es simplemente las circunstancias de la vida cotidiana y lo que hacemos con ellas.
2. La Paràbola de la semilla de mostaza: En la versión de la parábola de Lucas, el grano crece hasta hacerse un árbol. Quizás el razonamiento de Lucas era que el grano de mostaza, si iba a ser el símbolo del Reino de Dios, tenía que crecer hasta llegar a ser algo significativo. De hecho, las semillas de mostaza no crecen como árboles. No crecen para hacerse cedros del Líbano, que pudieran tener hasta trescientos pies de altura y albergar a muchos pájaros. Para los que escuchaban la parábola de Jesús, una semilla de mostaza sólo podía crecer hasta el tamaño de un arbusto pequeño, no más de cuatro pies de altura y sólo unos pocos pájaros pueden anidar en sus ramas. Como símbolo, por lo tanto, el grano de mostaza es lo reverso de lo que los israelitas de esa época tenían en mente cuando ellos imaginaban el Reino de Dios. Ellos creían que, a través de Israel, Dios iba a establecer su soberanía y reinar sobre todas las naciones del mundo. Sin embargo, la parábola claramente señala que el Reino de Dios no tiene nada que ver con el triunfo vengativo sobre nuestros enemigos o con el éxito mundano. Lo que la parábola claramente implica es que, si crees que tu iglesia, tu nación, o tu grupo étnico va a ser liberado por Dios y que disfrutarás de un triunfo magnífico, o si esperas que el mundo se convierta a Jesucristo, estás equivocado. Esto no va a suceder. Lo que al Evangelio le interesa eres tú. No lo que puedas hacer, sino únicamente tú. Santa Teresita escribe: La santidad no consiste en esta o aquella práctica sino en la disposición del corazón, (notemos el cambio de lo externo a lo interno) que permanece siempre humilde y pequeño en los brazos de Dios, pero confiado hasta la audacia en la bondad del Padre. Eso era lo que Santa Teresita quería decir cuando hablaba del camino de la infancia espiritual. Esto es lo que Jesús quiso decir cuando dijo: “Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los Cielos”.
(Continuarà...)