Estamos leyendo el capítulo 8 de VIDA, de la mano de su autora, Teresa de Jesús, y en una entrada anterior titulamos este capítulo "El bien que tiene quien se ejercita en la oración". El mismo título nos habla de cierto esfuerzo de parte nuestra para comenzar este camino, "ejercicio", y la pregunta que a veces nos hacemos, la pregunta que se hizo antes la misma Teresa es esta: ¿No hace falta ser santo para orar?, y ella responde así: "Por males que haga, quien la ha comenzado, no la deje; pues es el medio por donde puede tornarse a remediar, y sin ella será muy más dificultoso" (8, 5). Y entonces, sigue Teresa diciendo: "arrepintiéndonos de veras y determinándose a no le ofender se torna a la amistad que estaba, y hacer las mercedes que antes hacía, y a las veces mucho más, si el arrepentimiento lo merece" (8, 5).
Y para aquellos que no se han decidido a entrar por este camino de la amistad interior, dice Teresa: "Y quien no la ha comenzado, por amor del Señor, le ruego yo que no carezca de tanto bien", y por él, poco a poco, "irá entendiendo el camino para el Cielo".
TRABAJOS EN EL CAMINO DE ORACIÓN
(En especial, en los comienzos)
1. Desear todo el tiempo que se acabe la hora de la oración.
2. Estar atento al reloj para ver cuánto falta al tiempo de oración.
3. Preferir cualquier trabajo o penitencia antes de ir a la oración.
4. La persona siente una opresión interior, "tristeza", cuando ora.
5. Debe hacerse fuerza para permanecer en el oratorio.
"Y después que me había hecho esta fuerza, me hallaba con más quietud y regalo que algunas veces que tenía deseos de rezar"
(8, 7).