viernes, 2 de mayo de 2014

ESCUCHANDO LA EXPERIENCIA...

 
  "Releyendo Teresa, nos damos cuenta inmediatamente de una diferencia macroscópica entre el modo de hablar y el que encontramos en sus escritos, como también es el caso de Teresa del Niño Jesús y el del mismo San Juan de la Cruz, aunque de forma diversa. De sus páginas brota, explícitamente o implícitamente, la experiencia vivida, las pequeñas o grandes cosas que han experimentado en su camino humano, espiritual o de vida religiosa; precisamente por esto lo que dicen es al mismo tiempo original y tiene autoridad. El Carmelo, se ha repetido mucho en estos años, privilegia la experiencia, la experiencia de Dios en la oración, y la experiencia del hombre en la vida fraterna. Pero en nuestros procesos decisionales, ¿cuánto nos hemos servido de la experiencia? ¿La ponemos al centro? ¿La estudiamos? ¿Nos preguntamos si la experiencia nos está enseñando algo? Cuando nos referimos a la realidad concreta de nuestras comunidades, lo hacemos a menudo o para expresar juicios morales sobre ellas o para proponer proyectos de futuro. Por decirlo en términos especulativos, tendemos a huir el ser en dirección al deber ser (ideal abstracto) o del poder ser (lo que podré hacer en un futuro más o menos remoto). Nos cuesta inclinarnos sobre la pobreza del presente para leer lo que revelan ciertas experiencias, más allá del hecho que nos gusten o no, que correspondan o no a nuestro modelo de vida o de comunidad carmelita-teresiana, que abran o cierren el futuro.

Este trabajo de hermenéutica desde abajo, de narración de nuestras historias de pecado y de salvación, es sin embargo, en mi opinión, la única posibilidad que tenemos de comprender adónde vamos o adónde nos gustaría ir de verdad, sopesando las fuerzas que nos empujan en otras direcciones. En una proyección de futuro que arranque de una lectura de la experiencia, incluyendo los errores y los fracasos, pues también conviene valorar éstos últimos, porque de ahí puede surgir una sabiduría para la vida que no se limite a hablar de la historia y del mundo, sino que los reconozca y nos enseñe a afrontarlos. ¿En qué nos estamos equivocando? ¿Por qué razón? Son preguntas fundamentales de todo grupo humano, y que no podemos ignorar a riesgo de perder de vista la verdad, y me refiero a la verdad real, pues la verdad en la historia no se alcanza sin un proceso continuo de verificación, de reconocimiento de los errores y de intentar corregirlos. El misterio pascual es, en cierto sentido, la revelación de cómo lo bueno y lo verdadero se dan cita en una historia marcada por el sufrimiento, el pecado y la muerte.

Creo que se puede aplicar a nuestra realidad lo que Santa Teresa dice de la persona individual, es decir, es preciso partir de un «conocimiento de sí mismo» sin el cual es ilusión aspirar a cualquier crecimiento espiritual. De hecho, sin esta humilde y atenta toma de conciencia de lo que realmente somos, corremos el riesgo de hacernos una idea errónea de nosotros mismos. Por ejemplo, en una circunscripción o en una comunidad se puede pensar que todos son lo suficientemente fuertes o válidos y por lo tanto no hay necesidad de ninguna ayuda ni de ningún cambio estructural, porque se limita a considerar los números y, con un pequeño esfuerzo de la voluntad, se consideran suficientes (pero ¿suficientes para qué? ¿para vivir o para sobrevivir?). O por el contrario, se podría pensar que no hay ninguna esperanza de cambio porque no se consigue individuar las partículas de novedad escondidas en un cierto desencanto, inquietud o a veces depresión. O en otras regiones, puede instalarse un sentimiento de satisfación porque hay a disposición una multitud de religiosos jóvenes, sin considerar realmente cuánto puede depender este fenómeno de factores externos a menudo variables o cuánto esto sea esencial para dar a los jóvenes una formación sólida, capaz de transmitir nuestra identidad, si queremos que en el futuro continúe a existir un Carmelo implantado de forma estable. De estos errores de perspectiva, a menudo racionalizados y canonizados con argumentos sociológicos o teológicos, hago (y hacemos) continuamente experiencia, tanto entre los frailes, como entre las monjas, y es uno de los datos que han brotado de la experiencia más importante que quisiera poner sobre la mesa para nuestra reflexión, esta dificultad de «ir a las cosas mismas», como decía el maestro de Edith Stein, Edmund Husserl.

INFORME «DE STATU ORDINIS»
Definitorio General Extraordinario
Ariccia, 5-12 septiembre 2011

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...