"Vivamos con Dios como con un amigo;
avivemos nuestra fe, para comunicar con El a través de todo. Esto es lo que
hace a los Santos. Llevamos nuestro cielo en nosotros, pues Aquel que sacia a
los bienaventurados en la luz de la visión y a nosotros se nos da en la fe y en
el misterio es el mismo. Me parece que he encontrado mi cielo en la tierra,
porque el cielo es Dios, y Dios está en mi alma".
(Carta 122).
"Es cierto que soy muy feliz; pero si
supieses cómo, aun siendo contrariada, se puede ser también feliz: hay que
mirar siempre a Dios. Al principio hay que hacer esfuerzos cuando se siente que
todo hierve dentro, pero poco a poco, a fuerza de paciencia y con la ayuda del
Señor, se logra lo que se pretende".
(Carta 123).
"Asegúrate en la fe, es decir, no obres más
que bajo la luz potente de Dios, nunca según las impresiones y la imaginación.
Cree que El te ama, que quiere ayudarte El mismo en las luchas que tendrás que
sostener. Cree en su amor, su demasiado gran amor, como dice San Pablo (Ef
2,4). Alimenta tu alma de las grandes verdades de la fe, que le revelan toda su
riqueza y el fin para el que Dios la ha creado. Si tú vives en todas sus cosas,
tu piedad no será una exaltación nerviosa, como temes, sino será verdadera. Es
tan hermosa la verdad, la verdad del amor: El me ha amado, El se ha entregado
por mí. He aquí lo que es ser verdadero".
(Grandeza de vuestra vocación, 11).
Isabel de la Trinidad
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