"San
Juan de la Cruz es un escritor notablemente lúcido y sencillo. Si algunos lo
encuentran difícil por cierto ello no se debe a que sea oscuro. Es casi
brutalmente claro. Y en eso consiste el problema. Su sencillez es demasiado
radical. Jamás pierde tiempo en buscar componenda alguna".
"Todo
y Nada. Estas dos palabras contienen la teología de san Juan de la Cruz. Todo
es Dios, quien contiene en Sí mismo eminentemente las perfecciones de todas las
cosas. Pero a fin de poseerlo a Él, que lo es todo, debemos renunciar a la
posesión de todo lo que sea menos que Dios".
"Lejos
de tratar de privar al alma de placer, conocimiento y todo lo demás, san Juan
de la Cruz quiere que alcancemos el más puro de los placeres y el más elevado
de los conocimientos: el gustarlo todo, el saberlo todo, el poseerlo
todo".
"La
nada de san Juan de la Cruz es simplemente una aplicación drásticamente literal
del Evangelio".
"San
Juan de la Cruz resulta tan drástico que mucha gente se convence de que está
predicando una especie de dualismo maniqueísta, como si la naturaleza fuese
maligna en sí misma, como si las criaturas no fuesen más que obstáculos en la
unión con Dios... Pero, lejos de enseñarnos a detestar este mundo, Juan de la
Cruz nos indica la manera de amarlo y comprenderlo".
“Fuera
de su nativa España, San Juan de la Cruz nunca fue un santo muy popular. Su
doctrina es considerada como “difícil”, y le exige a los demás la misma
austeridad intransigente que él practicó durante su vida entera. Sin embargo,
un estudio más ceñido a su doctrina, como el que hemos intentado, probaría que
san Juan de la Cruz poseía todo el equilibrio, la prudencia y la “discreción”
que caracteriza a la más elevada santidad. No es un fanático aplicado a
sobrecargar a sus subordinados con fardos insoportables que acabarían por
reducirlos a ruinas morales y físicas. Las exigencias que formula son
inflexibles en lo esencial pero flexibles en sus aspectos accidentales. Su
único propósito consiste en situar al hombre entero, cuerpo y alma, bajo la
guía del Espíritu de Dios. En la práctica, san Juan de la Cruz se opuso
inexorablemente al formalismo y la inhumanidad de quienes comparaba con
“herreros espirituales” que martillaban violentamente las almas de sus víctimas
para hacerlas calzar en algún modelo convencional de perfección ascética. Sabía
muy bien que este tipo de ascetismo era uno de los más defectuosos, porque a
menudo era una manifestación de incorregible orgullo espiritual. La claridad y
la lógica de este carmelita español, sumada a su insuperable y experimentado
conocimiento de las cosas de Dios, lo sitúan de lejos como uno de los más
grandes y más confiables de todos los teólogos místicos”.
Thomas
Merton
"Ascenso
a la verdad".
LUMEN