J. Beltrán. Diario La Razón
La cuenta atrás ya ha comenzado. El 28 de marzo de 2015 se cumplen 500 años del nacimiento de Teresa de Jesús. Las celebraciones de este centenario comenzarán oficialmente el próximo 15 de octubre de 2014, si bien la Orden de los Carmelitas Descalzos se ha estado preparando, desde el año 2009, para el acontecimiento con la lectura de sus obras fundamentales. Algunos, como Secundino Castro, han dedicado prácticamente toda su vida al estudio de la santa. Desde que se topó con ella en su tesis doctoral, este profesor emérito de Comillas y colaborador habitual de la Universidad de la Mística no se ha separado de ella.
–¿Confía en que venga el Papa el año que viene a celebrarlo?
–Ya ha recibido la invitación, pero no ha dado ningún paso en ese sentido. Sería el motivo más importante para que viajara a nuestro país, sobre todo teniendo en cuenta que será el año de la vida religiosa y Santa Teresa encaja perfectamente como una reformadora.
–¿Por qué este V centenario va más allá de un mero acontecimiento eclesial?
–Santa Teresa es una mujer universal, con unas dimensiones que traspasan la Iglesia. Su visión de Dios y de Cristo trasciende el catolicismo. Se puede ser religioso y no ser profundo. Ella es profunda y desde esa profundidad conecta con todo el mundo. Los protestantes, por ejemplo, la quieren mucho y eso que ella no los vio con buenos ojos. Su armonía del «yo» también es acogida por las religiones orientales. También desborda su faceta literaria, que hace que alguien que no tenga fe se acerque a ella. Azorín la leía todos los días, le alimentaba el alma. Celebrar a Santa Teresa es celebrar la religiosidad cristiana abierta de par en par desde la existencia, por eso es de todos.
–A una mujer como Elena Valenciano, que estaría en las antípodas de la de Ávila, ¿por qué le podría interesar su figura?
–Santa Teresa defendió mucho a la mujer y sus derechos, no por contraposición con el hombre. Fue muy valiente y no temió a la Inquisición. De hecho, cuando se acercaron a ella, al final la dejaron en paz. Es más, era consciente de que se daban injusticias en el Tribunal y las denunció a través de Camino de perfección.
–¿Se podría decir que era una mujer de armas tomar?
–Sí, tenía su carácter, pero a la vez tenía una faceta conciliadora. Era una generala, pero también era muy dulce y diplomática. No en vano, toda persona de Gobierno sabe concitar muchas opiniones y planteamientos. Además, tenía la capacidad de hacer que todo aquel que se relacionaba con ella sintiera que era el más querido por ella.
–La imagen del éxtasis llevaría a más de uno a considerarla una loca…
–No tiene un pelo de loca. Los psiquiatras tienen un problema cuando elaborar sus diagnósticos. La persona enferma y psicológica no suele ser una persona equilibrada, y Santa Teresa lo es. Además, ella demostró que era capaz de estar al frente de un gobierno. Uno puede estar desequilibrado y llevar a cabo una conquista, pero no puede gobernar, como ella, una institución de forma continuada. En cuanto ella bajaba del éxtasis, se ponía mano a mano con lo cotidiano: a vender un convento, a discutir por un problema… Era una mujer algo pícara o, en otras palabras, echaba mano de esa “santa astucia” de la que habla el Papa Francisco.
–Lo cierto es que vivió muchos ataques de quienes cuestionaban el misticismo…
–Ella salva una línea de pensamiento que llevaba a muchos a pensar que la mística no era cristiana, sino que simplemente era una idolatría de aquel que la experimentaba, algo así como subir al Olimpo y quitar el fuego a los dioses. Teresa de Jesús defiende con argumentos que llegamos a la divinidad con el Jesús humano, salvando el problema de la siguiente manera: sus experiencias místicas están ligadas a los misterios de Cristo. Une mística y liturgia, esta es una de sus genialidades. Por ejemplo, llega a tener una experiencia, para nosotros chocante, después de comulgar: se sintió llena de sangre. Esto indica la vinculación con la experiencia.
–Ser místico, ¿implica estar alejado del mundo?
–Eso es un error. Es más, San Juan de la Cruz, del que solemos pensar que suele estar más retirado que Santa Teresa, recorrió más de 30.000 kilómetros en su vida. Habría que distinguir el místico del pseudomístico. Este último huye del mundo, mientras que el místico verdadero tiene una vocación que puede ser contemplativa, pero todo su ser está abierto a la realidad, están muy metidos en la sociedad y la siguen. No hay más que ver la correspondencia de Santa Teresa y sus amistades, desde el duque de Alba a gente sencilla, para comprobar cómo estaba al tanto de todo lo que se movía en aquel momento.
–¿Hay hueco para los místicos en la sociedad del WhatsApp?
–Tendría que haberlo. Si no hay mística, todo es vacío. Sin una experiencia profunda, al final el hombre es una máquina. Todo esta realidad de hoy no tiene por qué eliminar la profundidad. Santa Teresa fue mística en medio del trasiego de las fundaciones, casi estuvo más fuera del convento que dentro. Su pena era precisamente que la contemplación la vivía en la acción. Además, vivía con un ir y venir de cartas que perfectamente constituían una red social. Aunque conservamos unas 400 misivas de la santa, se supone que escribió más de 100.000. Con los medios con los que disponía, su ajetreo no era menor que el de muchas personas de hoy.
–Tanto convento fundado, ¿sería un ejemplo de emprendedora?
–Unía iniciativa e interioridad. El ser humano, cuando es profundo y se dilata por dentro, mira al pasado y al futuro, extrayendo de atrás todo lo bueno que hay y sueña con crear futuro, abriéndose a nuevas dimensiones. Es una mujer que tiene mucho del arraigo y fuerza de los profetas, pero también es muy cristológica, lo que la hace ser muy humana.
–Para aquel que sepa lo justo de la santa, ¿qué es lo básico que tiene que retener en la memoria?
–Aunque es muy conocida por su dotes personales excepcionales, la transparencia personal, por la literatura… Yo me quedaría con su grandísima experiencia de Dios, que es una síntesis del cristianismo. De alguna manera, sin exagerar, en ella confluyen las corrientes espirituales del pasado: la franciscana afectiva procedente del Medievo, la dominicana de pensamiento, la modernidad jesuítica, la influencia de Juan de Ávila… Su mística hace que ella sea la que mejor ha clarificado los grados de la experiencia de Dios a través de las Moradas.