miércoles, 17 de octubre de 2018

EN LAS SEGUNDAS MORADAS TERESIANAS...


Teresa no entiende la vida cristiana como un idilio sino como tarea batalladora, y aquel que se adentra en él ha de saber que viene a pelear, no con espada, sino con la vida y los recursos que recibe de Dios para esta batalla.  El símbolo del Castillo es polifacético: símbolo de interioridad, de la lucha para alcanzar realizarse plenamente según el proyecto de Dios, y de la llamada e todo ser humano a la trascendencia, a la plenitud. Estos tres planos: interioridad, lucha y comunión con Dios, se sobreponen y desarrollan al mismo tiempo.

En la Primera Morada, Teresa convoca a la interioridad, al conocerse uno mismo, pero para adentrarse en el Castillo esto no basta: hay que entrar, y para mantenerse dentro hay que luchar. Ella habla de “gran guerra”, que tiene lugar ahora, en esta etapa concreta, pero que seguirá también hasta el final, porque nunca podemos dejar el combate de la fe. Aquí en estas moradas Teresa nos ofrece su versión de la ascética cristiana, antes de introducirnos en la mística de la gracia y la mayor experiencia de Dios.

En este Segunda Morada, como en la primera y en la Tercera luego, Teresa ofrece al principiante un tipo bíblico con el que pueda identificarse: los soldados de Gedeón (#6). En este párrafo Teresa resalta lo siguiente: no dejarse vencer, tener gran determinación, batallar, antes perder la vida y el descanso y todo, determinarse a pelear con todos los demonios, no tornar atrás, sea varón, no hay mejores armas que la cruz… Imaginería y léxico batallero, que reflejan el tono de esta morada. Teresa recibe este sentido del camino cristiano como lucha de San Pablo, y también de la Regla carmelitana, escrita en tiempos de cruzadas: línea paulina de militancia espiritual y de cruzada, como interpretación básica de la vida cristiana. No es camino para cobardes, comodones, perezosos y blandengues, ni para quienes buscan un idilio intimista.

Para Teresa, el pecado no es un hecho puntual, una batalla perdida pero superada definitivamente con el perdón y el regreso al castillo, sino la dinámica del mal introducida en la vida humana, y tiene la siniestra capacidad de desencadenar unas fuerzas de desorden, difíciles de desalojar de las moradas del castillo. Por eso, el inicio positivo y exultante de la dignidad y hermosura humanas de las Primeras Moradas, no las prolonga Teresa, con una estampa ingenua y angelical de la vida. El hombre es a la vez dos cosas: hermosura y dignidad en su ser (el castillo), y luz y sobra, grandeza y miseria, en su historia (la vida en el castillo). DE ahí la lucha, el combate cotidiano, la llamada a no dormirse.

En el simbolismo del Castillo, el foso que lo rodea está poblado de sabandijas y víboras ponzoñosas: son las fuerzas de desorden introducidas en el castillo por el pecado, y si no se les combate, avanzan moradas adentro… Hoy podríamos hablar de las dependencias psicológicas derivadas del alcohol, la droga, el sexo, el abuso de poder, la violencia, las historias familiares complicadas, o lo que debemos al entorno, al consumismo dominante, etc. Todo eso funciona como lastre que limita la libertad, amordaza a la persona, y no le deja ser ella misma.

Teresa habla de tres frentes de combate: el interior, el exterior y el trascendente. En el primero, se trata de enfrentar el desorden dentro de uno mismo, porque empezamos a sentir extraños en nuestra propia casa; el segundo, porque sufre el tirón de las cosas y personas que le han subyugado, y le siguen reclamando; tercero, la lucha con los demonios, porque Teresa cree, como Pablo, que en el combate cristiano intervienen fuerzas misteriosas que lo desbordan.

¿Cuál es el por qué de esta lucha? Combatir no es la última razón de estas moradas segundas: se lucha para recuperar el equilibrio interior, se lucha por la paz, por alcanzar una mayor perfección. Se lucha por el Señor supremo del castillo, para hacerlo digno de él y entregárselo (#9, 8). Ya en CAMINO había escrito: “Pues si llenamos el palacio de gente baja y de baratijas, ¿Cómo ha de caber el Señor en él?” (28,12).

Teresa habla poco de estas Moradas porque ya ha hablado sobre el tema ascético en otros libros, sobre todo en VIDA. De este libro son los siguientes consejos para esta etapa del camino:
1.    Viva con alegría y muévase con libertad (13,1).
2.    Ponga su confianza en Dios y no “apoque los deseos”, que Dios es amigo de gente animosa (13,2).
3.    Que haga suyos estos lemas: “Todo se puede en Dios” (San Pablo); “Dame, Señor, lo que mandas y manda lo que quisieras” (Agustín); “Deseos siempre los tuve grandes” (Teresa)… (13,4).
4.    Que apunte alto, porque importa mucho en los comienzos no ponerse límites (13,7).
5.    Humildad, mucha humildad, para cimentarse en ella, y amar la verdad. Dice en Vida 13,16: “Espíritu que no vaya fundado en verdad, más lo quería yo sin oración”. Para esto, importante alimentarse de la Sagrada Escritura.
6.    No refugiarse en devociones sin fundamento: “De devociones a bobas nos libre Dios” (13,16).

Toda esta ascesis positiva la condensa luego en CAMINO en unas pocas ideas fundamentales: practicar el amor unos con otros, desasimiento y libertad de espíritu, humildad y disponibilidad a los proyectos de Dios, anhelo de recibir el agua viva, y una determinada determinación….

Así puede resumirse la ascesis teresiana: vivir y luchar. Aquí en Segundas Moradas ella hace hincapié en la lucha, porque quiere curar en salud al principiante, para que no se haga la ilusión de que el camino que emprende y la vida en el castillo son cosa fácil. No es fácil vivir en cristiano, y así podría resumirse esta Morada: en el castillo se lucha… una lección muy válida para el hombre actual, tentado de comodidades, soluciones fáciles y rápidas, reductoras de la exigencia evangélica.

Hermanas, abrazaos con la cruz que Cristo vuestro Esposo llevó sobre sí y entended que esta ha de ser vuestra empresa” (#7).

(Resumen preparado a partir de los comentarios al libro de Moradas del P. Tomás Álvarez).


FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...