Cuando se habla de
oración en el cristianismo hay que mencionar necesariamente a Santa Teresa,
quien dejó un valioso testimonio de cómo recorrer la senda de la contemplación.
Pero al mirar las imágenes y representaciones de esta mujer, y la manera en que
algunos hagiógrafos hablan de ella, la mayoría se llevará una impresión errada
de su persona, su camino y su enseñanza. Es que solemos idealizar a las
personas santas, y entonces quienes se encuentran con ellas no pueden sino
considerarlas como excepcionales, sobrenaturales, raras, en fin, admirables,
pero no imitables. Contemplamos desde nuestro palco al santo o la santa y con
la boca abierta musitamos: Eso no es para
nosotros.
En realidad los
santos son gente como nosotros; lo que les hace excepcionales es justamente el
no haber creído que ellos no podían alcanzar la cima. Y el haber andado su
camino, con la confianza puesta en el Amor de Dios. No creamos que a Teresa le
fue fácil; nada de eso. El hecho de ser mujer y orante supuso para ella una
verdadera prueba, pues encontró multitud de obstáculos que superar, incluso
dentro de la misma Iglesia, en los mismos que deberían haber estado ahí para
ayudarla a vivir su fe.
Cuando Teresa empezó
su camino era aun muy joven, y casi en la cincuentena pudo sentirse finalmente
capaz de emprender un proyecto más
personal, vinculado a la llamada particular que pensaba estaba recibiendo de
Dios. La oración define a Teresa, la hace mujer madura, cristiana verdadera;
este es el proyecto al cual dedica todos sus esfuerzos, y a través del cual va
descubriendo el rostro de Cristo.
Necesitó valor, mucho
valor, para desafiar los prejuicios de su tiempo, de su iglesia, y convertirse en maestra de espirituales. Nos dejó varios tratados, que no son sino
coloquios encendidos, testimonio profundo, de su búsqueda interior. En ellos
defendió la necesidad de orar, porque para llegar a ser lo que somos precisamos
de la amistad de Cristo.
Hoy, cuando la sed de
interioridad abrasa tantos corazones, y cuando tantos caminos se nos proponen,
llegados de las más diversas culturas y tradiciones religiosas, no olvidemos
los cristianos el magisterio de Teresa de Jesús; como experimentara Edith Stein
al leerlos, en los libros de Teresa, en su experiencia, en su oración
apasionada, está viva y latente la Verdad de Dios, nuestra verdad.
(Manuel Valls, ocd)
(Manuel Valls, ocd)