Los
Santos del Carmelo son una inmensa muchedumbre de hermanos nuestros que
consagraron su vida a Dios, abrazando las enseñanzas del divino Maestro e
imitando su vida, y se entregaron al servicio de la Virgen María en la
oración, la abnegación evangélica y el amor a las almas, sellado a veces
con su sangre. Ermitaños del Carmelo, mendicantes de la Edad media,
doctores y predicadores, misioneros y mártires; monjas que dilataron el
pueblo de Dios con la misteriosa fecundidad de su vida contemplativa;
religiosas que descubrieron el rostro de Cristo a sus hermanos con el
apostolado sanitario o docente, sobre todo en tierras de misión;
seglares que en medio del mundo supieron encarnar el espíritu de la
Orden. Toda la familia del Carmelo de la patria con María, su madre, a
la cabeza constituye en este día el motivo de nuestro gozo y nuestra
alabanza al Padre. Recordamos a nuestros hermanos que ayer se dedicaban a
la asidua oración en la tierra y hoy participan en la liturgia del
cielo, y nos unimos espiritualmente a su gloria, mientras peregrinamos
por los caminos que ellos, animosos, recorrieron, viviendo en obsequio
de Cristo y siguiendo las huellas de nuestra Señora.